La
columna del director
Cuando la brisa de esta época nos acaricia el rostro, ya podemos sentir la frescura del invierno cercano. El año ya corre hacia sus postrimerías y percibimos los colores invernales y nos llegan los ecos de los cantos navideños.
Se acerca una etapa muy hermosa, especialmente para la cristiandad. Hay quienes piensan que terminar un año más no es motivo de fiesta. Hay otros que aseguran que la alegría navideña es solo una mascarada, que se ha ido perdiendo su verdadero ideal, y que es un momento que solo les viene bien a los comerciantes. Hay otros más que se oponen a estas celebraciones alegando que tienen un origen pagano, y afirman que los cristianos no deben festejar en esta fecha. Quizá hay un poco de verdad en cada uno de estos argumentos; pero, ¿vamos por eso a despreciar la parte buena? La realidad es que a los que amamos a Cristo, no nos importa demasiado que esta fiesta haya tenido origen en la Roma pagana, ni que la fecha escogida no sea correcta, ni que la mayoría de las personas celebren la navidad por otros motivos, ni que los comerciantes aumenten sus ganancias; a nosotros nos interesa celebrar el hecho de que nuestro Salvador haya venido al mundo para darnos la esperanza de vivir con él desde ahora y hasta la eternidad. Esa es una razón que sí merece ser tenida en cuenta para regocijarnos. Todo lo demás son pequeñeces que solo sirven para estorbar la verdadera adoración y para crear desacuerdos y desunión entre los hijos que Dios.
Quitemos toda raíz de amargura, disfrutemos de estos días hermosos brindemos de nuestra paz a las personas que nos rodean. Respondamos a toda inquietud con un acto propio del espíritu navideño: con un acto de amor, de comprensión, de consuelo, de esperanza. Acerquémonos a la navidad con sencillez, con la humildad del
Mesías, que siendo el Rey del Universo, escogió para venir al mundo a una familia pobre y un establo de Belén. A todos mis hermanos de la Iglesia y a todos los amigos los exhorto, más que a poner un arbolito y a colgar adornos en las casas, a vestirnos de gracia y virtud; a abrir nuestras vidas al Redentor. Si en aquel entonces el Señor, que estaba por nacer, no tuvo quien le brindara un lugar confortable, que tenga hoy una morada en nuestros corazones; que nazca cada día en nosotros; que no le falten nuestras ofrendas y nuestra adoración. Compartamos este motivo de regocijo con todos los que quieran aceptarlo. Una buena muestra de agradecimiento al Maestro es llevar su recuerdo y su enseñanza a toda criatura. Mientras exista un cristiano en este mundo, no debe permitir que el mensaje del Señor se apague. La navidad es una etapa de siembra; es un momento apropiado para esparcir la simiente del Evangelio.
Cuando la brisa de esta época nos acaricia el rostro, ya podemos sentir la frescura del invierno cercano. El año ya corre hacia sus postrimerías y percibimos los colores invernales y nos llegan los ecos de los cantos navideños.
Se acerca una etapa muy hermosa, especialmente para la cristiandad. Hay quienes piensan que terminar un año más no es motivo de fiesta. Hay otros que aseguran que la alegría navideña es solo una mascarada, que se ha ido perdiendo su verdadero ideal, y que es un momento que solo les viene bien a los comerciantes. Hay otros más que se oponen a estas celebraciones alegando que tienen un origen pagano, y afirman que los cristianos no deben festejar en esta fecha. Quizá hay un poco de verdad en cada uno de estos argumentos; pero, ¿vamos por eso a despreciar la parte buena? La realidad es que a los que amamos a Cristo, no nos importa demasiado que esta fiesta haya tenido origen en la Roma pagana, ni que la fecha escogida no sea correcta, ni que la mayoría de las personas celebren la navidad por otros motivos, ni que los comerciantes aumenten sus ganancias; a nosotros nos interesa celebrar el hecho de que nuestro Salvador haya venido al mundo para darnos la esperanza de vivir con él desde ahora y hasta la eternidad. Esa es una razón que sí merece ser tenida en cuenta para regocijarnos. Todo lo demás son pequeñeces que solo sirven para estorbar la verdadera adoración y para crear desacuerdos y desunión entre los hijos que Dios.
Quitemos toda raíz de amargura, disfrutemos de estos días hermosos brindemos de nuestra paz a las personas que nos rodean. Respondamos a toda inquietud con un acto propio del espíritu navideño: con un acto de amor, de comprensión, de consuelo, de esperanza. Acerquémonos a la navidad con sencillez, con la humildad del
Mesías, que siendo el Rey del Universo, escogió para venir al mundo a una familia pobre y un establo de Belén. A todos mis hermanos de la Iglesia y a todos los amigos los exhorto, más que a poner un arbolito y a colgar adornos en las casas, a vestirnos de gracia y virtud; a abrir nuestras vidas al Redentor. Si en aquel entonces el Señor, que estaba por nacer, no tuvo quien le brindara un lugar confortable, que tenga hoy una morada en nuestros corazones; que nazca cada día en nosotros; que no le falten nuestras ofrendas y nuestra adoración. Compartamos este motivo de regocijo con todos los que quieran aceptarlo. Una buena muestra de agradecimiento al Maestro es llevar su recuerdo y su enseñanza a toda criatura. Mientras exista un cristiano en este mundo, no debe permitir que el mensaje del Señor se apague. La navidad es una etapa de siembra; es un momento apropiado para esparcir la simiente del Evangelio.
Eliezer
Simpson Jackson
Presidente
de la iglesia en Cuba
¿CUÁNDO
NACIÓ CRISTO?
Continuamente nos encontramos con hermanos que sitúan la
muerte de Cristo y el comienzo de la iglesia en el año 33 d. C. En realidad el
año de la crucifixión y el año del
establecimiento de la iglesia no son
vitalmente importantes. Lo que sí es importante
es que la iglesia comenzó el primer Pentecostés después
de la muerte de Cristo. Pero si vamos a hacer uso de fechas, hemos de tomar en
cuenta los datos más precisos que estén a nuestro alcance.
Un mes lunar
es casi equivalente a 29 ½ días. Doce meses
lunares suman cerca de 11 días menos que un año solar, el cual se constituye
de 365 días, 5 horas, 48 minutos y 46
segundos. Por otro lado, 13 meses lunares, que
equivalen a cerca de 383 ½, se pasan más de
18 ½ días. En el año 46 a. de Cristo, Julio César reajustó el año del
calendario porque antes de ese tiempo, por más
de 700 años, el año regular había
sido compuesto de 10 meses, o sea 304 días. El año 46 a. de
Cristo tuvo 445 días. Con esto uno puede
comenzar a ver cómo surgen los problemas al tratar de
establecer con precisión una fecha. Los romanos, que eran el poder predominante
cuando Jesús nació, generalmente situaban
todos los eventos a partir de la fundación de Roma,
Anno Urbis I. En el siglo VI de nuestra era, el
Papa decidió tener un calendario que comprendiera
todos los eventos ocurridos
desde el nacimiento de Jesús. Comisionó a un
monje de nombre Dionisio Exiguo para la tarea.
Cuando el calendario estuvo terminado, fue gradualmente
aceptado en todo el mundo cristiano, llegando a usarse
comúnmente en 1400. Sin embargo Dionisio calculó mal, dejando de 4 a 6 años
adelantados a la fecha verdadera. Las
fechas que aparecen en muchas Biblias están basadas en el calendario de
Dionisio. En el siglo XVI el Papa Gregorio XIII trajo a existencia
el actual calendario gregoriano. Este tiene
12meses, 7 de ellos con 31 días y 4 con 30 días.
Febrero tiene 28 días. Cada cuatro años, el año llamado
bisiesto del calendario, incluye un mes de febrero
con 29 días. El calendario gregoriano es tan preciso
que hoy, casi 400 años después de haber sido
creado, apenas estamos unos segundos
adelantados, y esto se debe al hecho de que el
sistema solar está perdiendo velocidad (0.53 segundos
cada 100 años). Había una diferencia de 3
años y 10 días entre el calendario gregoriano y el calendario
de Dionisio. Esta es la razón por la cual se dan
diferentes fechas para el nacimiento de hombres
célebres. Así que no hay por qué no aceptar un cambio en la fecha
de la muerte de Cristo y el establecimiento de la iglesia. Los eruditos
modernos han descubierto que algunas de las
fechas romanas cerca del comienzo de la
era cristiana no pueden ser reconciliadas con el calendario de
Dionisio, quien puso la muerte de Cristo en el año 33 d.C.
Por ejemplo, de acuerdo a los anales romanos, Herodes el Grande, quien
gobernaba Judea cuando Jesús nació (Mateo 2:1), murió en el año 750 Anno Urbis.
El calendario de Dionisio sitúa el nacimiento de Cristo en el
año 754 Anno Urbis en aparente contradicción con fechas
bien establecidas en los registros romanos.
Jesús probablemente nació en 749 ó 750 Anno Urbis. Esto es 4
a 6 años antes que la fecha dada en
el calendario de Dionisio, y 3 a 5 años
antes que el calendario que rige hoy. De ahí que,
en la literatura moderna, los eruditos dan como
fecha del nacimiento de Cristo entre el año 4 y 5 a. C. y su muerte en el
año 29 ó 30 d. C.
William S.
Cline.
La Voz Eterna, Octubre 1975
¿Cuándo
ocurrió en verdad el nacimiento de Cristo? En cuanto al mes y
el día nadie tiene información en lo absoluto. Sencillamente
no se sabe nada. Los pastores que
"guardaban las vigilias de la noche" es
una indicación de que Jesús no nació en el invierno (diciembre). En
el evangelio de Lucas, el capítulo tres revela
que Jesús tenía como treinta años de edad cuando
fue bautizado por Juan. De manera que
al contar para atrás "catorce" años
desde la fecha que Tiberio César llegó a
ser emperador, la fecha del nacimiento de Jesús
puede ser colocada según el año apropiado al calendario de las
Olimpiadas; porque Lucas también dice en ese mismo capítulo que
Jesús fue bautizado en "el año decimoquinto del imperio de Tiberio
César". Pero esto puede ser confuso porque había
dos fechas para el comienzo del imperio de Tiberio: (1) Cuando
él realmente comenzó a gobernar y (2)
cuando el Senado lo invistió formalmente con
la púrpura imperial. Desde el comienzo del año 11, cuando él
celebró un magnífico triunfo, hasta la fecha
de la muerte del emperador Augusto, en el año 14,
Tiberio permaneció casi todo el tiempo en
Italia, y ejerció la posición de emperador
adjunto y no de un presunto heredero. El Senado lo instaló en septiembre 17,
del año 14. Ahora se sabe que Lucas estaba
contando a partir del año 11 en vez del 14, lo cual colocaría
el bautismo de Jesús en el año 25 ó 26 d. C., en vez del año 30
d. C., como antes se pensaba. Parece que Lucas estaba también consciente
de ambas fechas del comienzo del gobierno
de Tiberio porque él mencionó a otras
celebridades de ese mismo tiempo (Lucas
3:1-2). Si la fecha del reinado de Tiberio hubiera sido un
hecho bien establecido en aquel tiempo, no
hubiera habido necesidad del versículo 2.
La fecha de Cirenio, gobernador de Siria
(Lucas 2:2), también concuerda con la fecha de 4 ó 5 a. C. (Que
ahora es reconocida como la fecha del nacimiento de
Cristo).
Burton
Coffman
La Voz
Eterna, Enero 1985.
¡Iglesia, a tu oficio!
Por el miembro ungido Alfredo M.
Suárez Sanfiel.
Jesús dijo:
“La mies a la verdad es mucha, más los obreros pocos; por tanto, rogad
al Señor de la mies que envíe obreros a su
mies” (Lucas 10:2). Hoy estas palabras del Señor
parecen tener más importancia que nunca. Por una parte, la
población de la Tierra se ha incrementado a tal punto que preocupa
a los gobiernos de este mundo, parece que somos tantos
que ya el planeta no soporta más. Justo en días pasados se llegó a
la cifra de 7000 millones de habitantes; y se sigue creciendo aceleradamente.
De la otra parte, el número de
obreros fieles en la viña parece ir en descenso. Es
impactante la desproporción entre siervos de Dios
y aquellos que no le sirven. Pero lo más
preocupante no es
que seamos
pocos en número, sino que tantos estén yendo a condenación, ¿qué
excusas vamos a presentar ante Dios? No deja de
ser cierto que se alcanza a muchos a través de distintos esfuerzos y
ministerios, pero de todos los que se alcanzan se quedan
solamente unos pocos. Hay un problema:
se está perdiendo gran parte de la
cosecha. Esta realidad nos plantea tremendo reto como
obreros de la mies de Dios. Esta situación nos trae
muchas preguntas Ineludibles y reflexiones. Lo
primero que debemos preguntarnos
es sobre nuestro nivel de compromiso
con su obra. Debemos ser imitadores de Cristo también en
el celo por la obra de Dios. Mientras anduvo en
este mundo nada fue más importante que hacer la obra del que
lo envió (Juan 4:34). ¡Qué bueno sería que nos moviera el mismo sentir de
Jesús, que sintiéramos la misma responsabilidad por la
obra de Dios!; sin dudas el reconocer la importancia de la tarea nos
elevaría por encima y más allá de las
necesidades corporales y mundanales. El haber escuchado la Palabra de
Dios conlleva una gran responsabilidad. Se-remos juzgados
según lo que hayamos tenido oportunidad de saber. También seremos
juzgados según el llamado que hayamos recibido del Señor,
según la tarea que nos encomendó (Mateo 25:14-30).
A un niño se le consienten cosas que se
condenarían en un adulto; a un salvaje se le
perdonan cosas que se castigarían en un civilizado. La responsabilidad
es la otra cara del privilegio. Lo segundo que
debemos preguntarnos es qué hacemos bien y en qué estamos
fallando. Casi cualquier proceso es susceptible
de ser mejorado u optimizado. Aun Moisés, el siervo
fiel en toda la casa de Dios, pudo recibir consejo sabio de su suegro
(Éxodo 18:24). Casi siempre se puede encontrar
una mejor manera de hacer las cosas. Recordemos
además las palabras del apóstol: “Por lo
demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto,
todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo
que es de buen nombre; si hay virtud
alguna, si algo digno de alabanza, en
esto pensad” (Filipenses 4:8). Aquí virtud (del griego
areté) equivale a excelencia. Dios quiere que sus hijos seamos excelentes, ¿no
es evidente? Es nuestro deber marchar en
pos de la excelencia en todos los aspectos de nuestro
servicio. Es difícil además no hacer comparaciones;
por tanto, nos hace mirar a nuestra historia:
¿qué hemos hecho en el pasado?; a nuestro
presente: ¿qué estamos haciendo hoy?, y a
nuestro porvenir: ¿qué haremos y seremos en el
futuro? Nuestra historia ha sido gloriosa
en muchos sentidos. No olvidemos nuestra historia, no
olvidemos los sacrificios y las enseñanzas de nuestros
fundadores. Ernest William Sellers, después
de 30 años de intensa labor misionera, dejó
como resultado 325 iglesias o misiones
establecidas, 20 mil miembros y 600 misioneros trabajando a
tiempo completo, a lo largo y ancho del país. En algunos momentos y
lugares fuimos el movimiento religioso más activo,
superando a la iglesia católica y a las principales denominaciones protestantes.
Este siervo de Cristo se gastó literalmente
en su servicio a Dios. De él se pudo escribir con justicia: “Daddy
John, un apóstol no de hombres ni por hombres, mas
por Jesucristo y por Dios el Padre. Ha viaja-do por 8 países, 132 estados
y territorios. Ha predicado el Evangelio en más de mil ciudades
y pueblos. Está ahora en esta ciudad para enseñar y predicar el
Evangelio, sanar a los enfermos, limpiar
leprosos, echar fuera demonios: todo sin dinero y sin
precio…” Hoy la iglesia ha despertado al propósito con el que Dios
nos levantó: como su pueblo, como una iglesia santa… En el
presente la iglesia está haciendo grandes esfuerzos
en la dirección correcta. Más que nunca
se está capacitando a líderes y
obreros para una labor eficiente y eficaz.
Es bueno decir que se ha triplicado el número de hermanos
en el curso ministerial y se ha llevado la
capacitación a otras provincias. El reciente recorrido por todas las
congregaciones del país, efectuado por la Dirección Nacional de la
iglesia, ha brindado una cantidad considerable de información útil para tomar
decisiones más sabias. Hoy, entre otras cosas, se
exhorta con gran empeño a la labor misionera,
se trata de involucrar a la juventud en el
ministerio, se perfeccionan mecanismos para medir
resultados, y se tiene a un pastor en cada localidad. Nuestro
futuro está en las manos de Dios; pero para poder
entrar en el futuro que él quiere para
nosotros nos manda que nos esforcemos y
seamos valientes (Josué 1:6). Él no quiere actitudes negativas (Números
13:28-33). Y no quiere a nadie ocioso en
su mies (Mateo 20:16). Gran profundidad muestra el
lema apostólico del año 1944: “¡Todo en
acción para Dios! ¡Buscar al perdido! Un esfuerzo mejor organizado.
¡Evangelizar a Cuba!” Reflexionemos sobre este
pensamiento y hagamos su obra, sabiendo que
nuestro trabajo en el Señor no es en vano
(1 Corintios 15:58).
Se ha dicho,
y con razón, que no hay nada más importante
en el mundo en que vivimos que el
ministerio de la iglesia cristiana. Pudiera decirse que la iglesia,
si funciona bien, es la esperanza del mundo. A esa
declaración debe añadirse que no hay nada más importante dentro de
las funciones de la iglesia, que el ministerio del
pastor como una alternativa para una sociedad desamparada,
que en su conformidad se mueve hacia
la brutalidad y a un final solitario en desesperación. El
mundo clama constantemente por hombres de Dios que le
señalen el camino que conduce hacia la vida eterna. Recientemente
tuve una experiencia que me ha hecho
meditar profundamente en la necesidad de estar siempre a la altura
de la demanda de las almas. Era de noche, venía caminando a casa después
de celebrar una reunión de grupo pequeño, y tomé
por una calle que no transito habitualmente, oí una voz a mis espaldas
que me llamaba insistentemente. Cuando me detuve vi a
una mujer que en algunas ocasiones había visitado la iglesia,
pero sin mostrar ningún deseo de conocer
más de cerca a Dios;
a mí me
parecía más bien apática
a todo lo
que veía u oía en
la iglesia. Su pedido me sorprendió: “Pastor,
por favor, dígame
algo de parte de Dios para mí,
particularmente”. Gracias a la misericordia de Dios, este siervo
tuvo en ese momento
un mensaje del Espíritu Santo para ella, y por su cara empezaron a
correr abundantes lágrimas; en
plena calle fue confrontada por el Dios del cielo.
Hay hambre y
sed de escuchar la palabra de poder,
la palabra que
puede transformar corazones de piedra. Pero la fe en los
heraldos del Evangelio se ha estado
perdiendo y debe restaurarse a la mayor brevedad posible. Nos relata la Biblia que la gente iba tras
Jesús porque sus
palabras contenían poder
y vida. Sus
enseñanzas eran un reflejo
de su vida
diaria. En muchos casos
se puede olvidar
un sermón, pero una vida dedicada a cuidar de las ovejas
es algo que perdura en la memoria
del creyente. Sin embargo, los
tiempos han cambiado y es bueno que nos planteemos con realismo la situación a la que nos enfrentamos hoy día. No para evadir
responsabilidades, sino para hacer el
mejor trabajo posible dentro
de las circunstancias que
nos rodean. La maldad está subiendo de tono cada vez más;
la violencia en todos
los sectores de la sociedad
es increíble; creo incluso que ya
no se debe hablar de la pérdida de valores, sino
de la creación
de otros totalmente nuevos que
ignoran todo lo decente y a
Dios. En medio
de esto realizamos nuestro
trabajo.
En Colosenses
4:17, leemos el siguiente mensaje de
Pablo dirigido a Arquipo: “Mira que
cumplas el ministerio que recibiste en el
Señor". En Efesios
3:2 leemos: “…si es que
habéis oído de la administración de la gracia
de Dios que me fue
dada para con vosotros”. De la
palabra mayordomía, como se encuentra en
el original griego, procede
la palabra administración. Cristo es el mayordomo o administrador a quién
el Padre le ha encomendado su propósito. El pastor es un mayordomo o
administrador de las muchas
responsabilidades que asumió al
aceptar el llamamiento
del Señor. Todos nos
enfrentamos a nuestras debilidades ante la magnitud de la
tarea y nos sentimos
inadecuados. Nadie necesita decirnos
que no somos
suficientemente competentes para el trabajo que tenemos por delante. La mayo-
ría de las
veces nos enfrentamos a las
expectativas de la gente que nos pide y espera más de lo
que podemos entregar.
¡Qué fácil es
perder el ánimo
en tales circunstancias! Es entonces oportuno acudir a 2 Corintios
4:7-9: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder
sea de Dios, y no
de nosotros, que
estamos atribulados en todo, mas
no angustiados; en apuros,
mas no
desesperados; perseguidos,
mas no desamparados; derribados, pero no
destruidos”.
Hermano
pastor, Dios nos sostendrá hasta el fin. “Sé
fiel hasta la muerte, y yo te daré
la corona de la vida”. Aunque
pases por el agua, o por
el fuego; aunque vengan mil
demonios sobre tu vida, la mano poderosa
del Señor Jesucristo te va a sostener,
en medio de la guerra, en medio de la batalla
vas a ser más que vencedor
en el nombre
de Jesús. Si te sientes débil, él es Fuerte; si te sientes
ignorante, él es
sabio; si te sientes pobre, él es rico: Cristo Jesús es
nuestro brazo poderoso
y él nos
sostendrá. Llegaremos a la meta. Llegaremos con la antorcha
encendida y allí nos
reuniremos todos; una
multitud que nadie puede contar se reunirá alrededor del
trono del Señor,
dándole gloria al Príncipe de los pastores.
1. Intercesor (1Juan 2:1)
2. El
Todopoderoso (Apocalipsis 1:8; Mateo 28:18)
3. El Alfa y la Omega (Apocalipsis
1:8; 22:13)
4. El amén (Apocalipsis 3:14)
5.
Apóstol de la
fe que profesamos (Hebreos 3:1)
6.
El sacrificio por
el perdón de nuestros pecados (1
Juan 2:2)
7. El autor de la vida (Hechos 3:15)
8. El iniciador y perfeccionador
de nuestra fe (Hebreos 12:2)
9.
El autor de
la salvación (
Hebreos 2:10)
10.
El principio y
el fin (Apocalipsis 22:13)
11.
El único y
bendito soberano (1Timoteo 6:15)
12. El pan de Dios (Juan 6:33)
13.
El pan de vida (Juan 6:35; 6:48)
14.
La piedra angular (Hechos 4:11; 1 Pedro 2:7; Efesios 2:20)
15.
El pastor supremo (1 Pedro 5:4)
16. El Cristo (1 Juan 2:22)
17.
Creador (Juan 1:3)
18.
El libertador (Romanos 11:26)
19. La vida eterna (1 Juan 1:2; 5:20)
20. Padre eterno (Isaías 9:6)
21.
La puerta (Juan 10:9)
22.
Fiel y verdadero
(Apocalipsis 19:11)
23. El testigo fiel (Apocalipsis 1:5)
24. El testigo fiel y veraz
(Apocalipsis 3:14)
25. El primero
y el último (Apocalipsis 1:17; 2:8; 22:13)
26. El primogénito de la
resurrección (Apocalipsis 1:5)
27. Dios (Juan 1:1,18; 20:28; Hebreos 1:8; Romanos
9:5; 2 Pedro
1:1; 1
Juan 5:20; etc.)
28. El buen pastor (Juan 10:11,14)
29. El gran pastor (Hebreos 13:20)
30.
Gran sumo sacerdote
(Hebreos 4:14)
31. Cabeza de la
iglesia (Efesios 1:22; 4:15;
5:23)
32. Heredero de todo (Hebreos 1:2)
33.
Sumo sacerdote (Hebreos 2:17)
34.
El verdadero (Apocalipsis 3:7)
35. El santo (Hechos 3:14)
36.
Esperanza (1Timoteo 1:1)
37.
La esperanza de
gloria (Colosenses 1:27)
38. Poderoso salvador (Lucas 1:69)
39. Yo Soy (Juan 8:58)
40.
La imagen de Dios
(2 Corintios 4:4)
41. El rey eterno (1 Timoteo 1:17) (Hebreos 13:20) 42. El rey de Israel (Juan
1:49)
43.
El rey de
los judíos (Mateo 27:11)
44.
Rey de reyes
(1Timoteo 6:15; Apocalipsis
19:16)
45.
Rey de los
siglos (Apocalipsis 15:3)
46. El cordero (Apocalipsis 13:8)
47. El cordero de Dios (Juan 1:29)
48.
Cordero sin mancha y sin defecto (1 Pedro 1:19)
49.
El último Adán
(1 Corintios 15:45)
50. La vida
(Juan 14:6; Colosenses 3:4)
51. La luz del mundo (Juan 8:12)
52.
El león de
la tribu de
Judá (Apocalipsis 5:5)
53. El que vive (Apocalipsis 1:18)
54. La piedra viva (1 Pedro 2:4)
55. Señor (2 Pedro 2:20)
56. El Señor
de todos (Hechos 10:36)
57. El Señor
de la gloria
(1 Corintios. 2:8)
58. Señor de
señores (Apocalipsis 19:16)
59. El SEÑOR (YHVH) es nuestra Salvación (Jeremías 23:6)
60. El hombre celestial (1 Corintios
15:48)
61. Mediador de
un nuevo pacto (Hebreos 9:15)
62. Dios fuerte (Isaías 9:6)
63. La brillante estrella de
la mañana (Apocalipsis 22:16)
64. La raíz
y la descendencia
de David (Apocalipsis 22:16)
65. El Hijo unigénito de Dios (Juan
1:18; 1 Juan 4:9)
66. Nuestro gran
Dios y Salvador (Tito 2:13)
67.
Nuestra santificación (1 Corintios 1:30)
68.
Nuestro esposo (2
Corintios 11:2)
69.
Nuestro protector (2
Tesalonicenses 3:3)
70.
Nuestra redención (1 Corintios 1:30)
71. Nuestra justificación (1
Corintios 1:30)
72. Nuestro cordero
pascual (1 Corintios 5:7)
73.
El poder de
Dios (1 Corintios 1:24)
74.
Piedra principal escogida y preciosa (1 Pedro 2:6)
75. Príncipe de paz (Isaías 9:6)
76. Profeta (Hechos 3:22)
77.
La resurrección y
la vida (Juan 11:25)
78. Vástago justo (Jeremías 23:5)
79. El justo (Hechos 7:52; 1Juan 2:1)
80. La roca (1 Corintios 10:4)
81.
La raíz de
David (Apocalipsis 5:5; 22:16)
82.
El soberano de
la creación de Dios (Apocalipsis 3:14)
83. El soberano
de los reyes
de la tierra (Apocalipsis 1:5)
84. Salvador (Efesios
5:23; Tito 1:4; 3:6; 2 Pedro
2:20)
85. Hijo de David (Lucas 18:39)
86. El Hijo de Dios (Juan 1:49; Hebreos 4:14)
87. El Hijo del hombre (Mateo 8:20)
88. Hijo del Altísimo (Lucas 1:32)
89.
Autor de salvación
eterna para todos los
que le obedecen
Hebreos 5:9)
90. El único mediador (1Timoteo 2:5)
91.
91. La piedra que desecharon los
constructores (Hebreos 4:11)
92. El verdadero pan (Juan 6:32)
93. Luz verdadera (Juan 1:9)
94. La vid verdadera (Juan 15:1)
95.
La verdad (Juan 1:14; 14:6)
96. El camino (Juan 14:6)
97.
La sabiduría de
Dios (1 Corintios 1:24)
98. Consejero admirable (Isaías 9:6)
99. El verbo (Juan 1:1)
100.
El verbo de
Dios (Apocalipsis 19:13)
LOS DOS
AMIGOS Y EL OSO
A
dos amigos se aparece un oso,
El uno, muy medroso,
En las ramas de un árbol se asegura;
El otro, abandonado a la ventura
Se finge muerto repentinamente.
El oso se le acerca lentamente;
Mas como este animal, según se cuenta,
De cadáveres nunca se alimenta,
Sin ofenderle le registra y toca,
Huélele las narices y la boca;
Ni le siente el aliento
Ni el menor movimiento,
y así se fue diciendo sin recelo:
—Este, tan muerto está como mi abuelo.
Entonces el cobarde,
De su gran amistad haciendo alarde,
Del árbol se desprende muy ligero,
Corre, llega y abraza al compañero;
Pondera la fortuna
De haberle hallado sin lesión alguna,
y al fin le dice: —Sepas que he notado
Que el oso te decía algún recado.
¿Qué pudo ser? —Te diré lo que ha sido,
Estas dos palabritas al oído:
“Aparta tu amistad de la persona
Que si te ve en el riesgo te abandona.”
Jean de La Fontaine (1621-1695),
Fábulas 1694.
Si los animales
pudieran hablar...
Pequeños vecinos de Dios
Mi padre
vino volando con un
buen bocado en el pico. Como un plumero
la presa le colgaba de
ambos lados del pico. Al momento
abrí el mío todo lo que pude. Pero él ni por
asomo quería llenarme la boca de alimento. Ansioso de pillar algo
de comer me estiré hasta el
borde del agujero
de salida.
De repente se
echó atrás y yo caí
al vacío gritando. Por un momento intenté todavía agarrarme a él. Moviendo las alas desesperadamente caía a
toda velocidad; pero antes de estrellarme como yo esperaba, noté de repente que sabía
volar. Tambaleándome torpemente
seguí a mi padre hasta el árbol más
cercano. Después de
haber descansado un rato, yo mismo me atreví a saltar hacia abajo. Ahora
volaba yo inmediatamente detrás de
él imitando todas las curvas
y cambios de
dirección, las subidas
y bajadas. Después intenté volver al nido. Pero no lo
logré en seguida. Con la
ayuda de mi padre lo conseguí y me metí cansado y sofocado al nido
pegado en la pared.
Mi nombre Soy
una golondrina, «delichon urbica». Mi
nombre latín se
deriva del griego «he chelidon», lo que significa sencillamente «la
golondrina». Pero alguien debió
confundir las letras
y de «chelidon» hicieron
«delichon», palabra que no tiene ningún sentido. El atributo «urbica», es
decir, perteneciente a la ciudad, debía
documentar que vivo cerca de los hombres. Mis músculos para
volar ¿Sabe usted, por qué las aves
podemos volar? No es tan
sencillo como usted piensa.
El Creador tuvo
que ajustar todo nuestro
organismo para este
fin; porque no basta con tener
plumas solamente; se necesita
fuerza y destreza.
Nuestro colega más pequeño, el diminuto colibrí, que solo mide 3 centímetros,
es capaz de batir sus alas 80 veces por
segundo. Si usted
quisiera usar la misma fuerza en relación con su peso, entonces tendría
que levantar por segundo
el peso de 56 sacos de cemento a
una altura de un
metro. Así que, se habrá convencido usted que se necesita
mucha fuerza para
volar. Nuestros músculos del vuelo pertenecen, por lo tanto a los más potentes que existen en el
reino animal.
Mis plumas
Seguro que
habrá oído usted de la teoría según la
cual nuestras plumas
se habrían desarrollado partiendo
de las escamas de los
reptiles. No, no puedo creer tal cosa. Creo lo que dice su propia confesión
de fe: Creo que Dios me creó al igual que todas las criaturas.
Tome usted
una de nuestras plumas y póngala debajo
de una potente lupa o, mejor todavía,
debajo de un microscopio para observar su estructura. Hallará usted una
combinación genial entre consistencia, elasticidad
y ligereza («más ligero que una
pluma»), que para sus constructores
de aviones es
imposible de imitar. Del
eje córneo de mi pluma
parten a derecha
e izquierda varios cientos de
ramas paralelas.
En la grulla
son unas 650. Eso lo podría usted apercibir
a simple vista y contarlas usted mismo si
fuera necesario. Pero de cada una de estas 650 ramitas salen otra
vez varios cientos de pares de filamentos o barbillas hacia arriba y abajo, lo
cual equivale a más de millón y medio en total. Para que
el aire no
pase sin hacer
su efecto entre las ramitas a ambos lados del cañón de la pluma, era necesario un
mecanismo que uniera
esas muchas cientos de barbillas
de manera elástica.
Mi
Creador lo ha realizado por medio de una
especie de cremallera
refinada. En el lado inferior de cada ramita hay cientos de
ranuras, mal comparado
a canalones del revés.
En la pluma
de una grulla son 600. Precisamente ahí es donde enganchan
los 600 ganchos
o barbicelas de la
parte superior de la ramita
de más abajo. Lo maravilloso es que los ganchitos
pueden escurrirse de un lado para
otro dentro de
las ranuras, con lo cual la barba
de la pluma se puede ensanchar de manera claramente visible o volver a estrecharse.
Esta propiedad es
importante para mi
vuelo planeador. Y si alguna
vez se abriera una de esas diminutas cremalleras, la puedo volver a poner
en orden fácilmente con mi pico. ¿No es fantástico mi Creador?
Mis alas
Cuando una corriente
de aire circunda un ala se producen
fuerzas que la empujan hacia
arriba. Detrás de todo esto hay una teoría
bastante complicada con la que no quiero aburrirle a usted. Lo sorprendente
es que, a
diferencia de sus aviones,
yo puedo modificar el perfil de mi ala
siempre que sea necesario, alzando
unas plumas en el extremo exterior, con
lo que aumenta
la fuerza que empuja
hacia arriba. Esto naturalmente, solo
funciona cuando me encuentro en
el aire. Si mis plumas estuvieran sujetas de manera rígida
en las alas, yo podría
batir mi ala
hacia abajo obteniendo una
cierta fuerza de ascenso, pero al momento, me estrellaría
contra el suelo, porque lógicamente tengo que volver a subir el ala, lo cual me
apretaría otra vez
hacia abajo.
Mi Creador
también se ha preocupado de que
al levantar las
alas, las plumas automáticamente giren un poco, para que estén abiertas
como las tablillas movibles de una celosía y dejen
pasar el aire. Al bajar el ala, se vuelven a cerrar y yo puedo elevarme
por los aires.
Puesto que mis alas además están
ligeramente retorcidas como la
hélice de un avión, cada aletada me impulsa hacia adelante.
Mi arte de volar
Ya sabe
usted que el Creador ha hecho de
nosotras excelentes voladoras.
Ha habido ornitólogos que
han llegado a pensar que dormíamos en el aire, porque durante
noches enteras no volvíamos a nuestros nidos. De hecho, nos pasamos
la mayor parte
de nuestra vida volando.
Volamos como flechas. Y
cuando tenemos que
salvar nuestra vida, volamos
tan alto y
tan veloces que salen perdiendo
hasta los halcones.
Para poder
adaptar nuestra velocidad de
vuelo a necesidades
determinadas, se nos ha dado la capacidad de aumentar o
reducir la superficie
de nuestras alas. Por
medio de un
mecanismo magnífico, el Creador
ha perfeccionado todavía
las propiedades especiales de nuestro plumaje. Cerca de donde
se inserta el cálamo de la pluma en la piel, hay determinadas vías nerviosas.
Cuando por una corriente de aire las plumas sufren una presión adicional,
entonces estos nervios inmediatamente se lo transmiten
al
cerebro. El cerebro
al instante da la orden de cambiar la posición de las plumas
individuales con arreglo a ello.
Todo esto ocurre
en décimas de segundos. Para ello, más de 1.200 diminutos
músculos están sujetos
a las raíces
de las plumas.
¿Puede usted aún seguir creyendo que mis plumas han evolucionado de
las escamas de los reptiles?
Mi pulmón
Cuando
usted sube los muchos peldaños de la torre de una
iglesia, llega arriba jadeante. Usted
respira entonces con mayor frecuencia
que de costumbre. A nosotras nos
pasa lo mismo, como
es natural. Estando
en reposo respiro unas 26
veces por minuto. ¡Al volar esta cifra
se eleva a 490! Se podrá usted imaginar
que un sistema pulmonar normal no
resistiría eso. Por
eso nuestro Creador ideó algo especial para nosotras.
Al volar, mi
pulmón tiene el apoyo
de una serie
de fuelles. Son sacos
aéreos de diferente
tamaño que están unidos con el
pulmón y con ciertos huecos en los
huesos. Por el constante encoger y expandir de los músculos del
vuelo, estos sacos
aéreos se aprietan y dilatan
al mismo ritmo. Se llenan por la presión del viento contrario al volar. Por medio
de esta construcción
especial, el pulmón se ventila dos veces con cada respiro (al
aspirar y al vaciar a presión
los sacos aéreos).
Los sacos
aéreos además sirven
de refrigeración para la
musculatura del vuelo que tanto trabaja,
y sirven de almohadón para los órganos interiores.
Esto también es absolutamente necesario,
porque de otra manera
nuestras tripas con el vaivén constante
producido por el repentino acelerar y
frenar, no pararían
y tendríamos que vomitar.
Mi alimento
Lo encuentro
literalmente en el
aire. Cuando estoy buscando alimento para mis polluelos, me paso 15 horas
diarias cazando en el
aire. Por tener
las alas tan delgadas
y puntiagudas somos
extraordinariamente ágiles, de modo que podemos atrapar
los insectos necesarios al vuelo. Comemos moscas y mosquitos,
pero también pulgones y mariposas - según
la temporada. Podemos abrir mucho
nuestro pico para este fin. En Hungría varias
miles de nosotras lograron librar del pulgón negro a
todo un campo de
maíz en solo
dos días. Pero por no haber en
sus latitudes insectos volando
en invierno, tenemos que irnos a lugares situados más al
sur. Volamos al Próximo Oriente o hasta el continente africano. Al
sur del Sáhara encontramos alimento
suficiente. En abril o mayo regresamos felizmente
a nuestro antiguo nido.
Mi hogar
Mi vivienda
-que más bien es
una segunda residencia-
la ha visto usted seguramente alguna
vez. Solo vivo
allí durante unos meses.
La construimos de barro no
muy espeso, pegada a un muro
exterior protegido contra
la lluvia. Casi siempre nos
ayudan otro par de golondrinas, de modo que a los 10 o
14 días hemos
terminado. Al construir nuestro
nido, casi le cerramos del todo; solamente
arriba del todo
dejamos un pequeño
hueco abierto. Dentro lo tapizamos
cuidadosamente de musgo, pajas,
pequeñas plumas y algodón. Nuestra
casa siempre está
limpia y recogida, eso me
lo puede creer usted.
¿Sabía usted
que se nos menciona en la Biblia? En el Salmo 84, en los versículos 3 y 4 dice así: «Aun el
gorrión halla casa, y la golondrina nido para sí, donde ponga
sus polluelos: cerca de tus
altares, oh Jehová de los ejércitos, Rey
mío, y Dios mío. Bienaventurados los que habitan en tu casa; perpetuamente te alabarán.» Efectivamente, nuestros
antepasados también pegaron sus nidos en el edificio del templo
en Jerusalén. Allí en la presencia
de Dios era su hogar. Ya lo sé, Dios está en todas partes, y por eso está también
cerca de usted. Me gozo por tener un Creador tan maravilloso. De todo corazón le quiero
alabar, tal y como
está escrito en
el Salmo 84:3: «Mi corazón y mi
carne cantan al Dios vivo.»
¿Tiene usted
también su hogar
con Dios?
Muchas especies desaparecen cada año
de la faz de la tierra. El hombre ha
dañado el equilibrio perfecto de la creación. La
inteligencia no le ha servido para
frenar su egoísmo
insaciable, para detener el desastre que
está provocando. En una
época tan temprana como
el año 57 d. C., el apóstol Pablo
escribía a los
cristianos de Roma: “Sabemos
que toda la creación
gime a una,
y a una
está con dolores de
parto hasta ahora”.
Además dijo: “Porque también la
creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios”;
“porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los
hijos de Dios”. La esperanza de los
cristianos alcanza al mundo que nos rodea.
Y de repente
apareció con el ángel una multitud de los
ejércitos celestiales, alabando a Dios
y diciendo: “Gloria a Dios
en las alturas, y en la
tierra paz y buena voluntad para
con los hombres”. San Lucas 2:13 y 14. Dios nos ha
llamado a convertirnos en promotores de la paz y la buena voluntad entre
los hombres. Vivimos
un presente donde se hace
necesario unir esfuerzos entre los cristianos para darle sabor a
la vida y
hacer comprender a nuestros semejantes
el valor de patrones olvidados
del cristianismo que hay que rescatar.
San Lucas es el
único evangelista que data su historia mediante el emperador reinante. Habla
de un edicto
que era un decreto
imperial de Augusto,
el emperador romano que
gobernó con mano dura desde el
año 27 a. C. hasta el 14 d. C.
Este edicto
tenía como objetivo
establecer una base para la recaudación de impuestos. El mismo, según
los datos históricos que disponemos,
se decretó alrededor del 8
a. C., pero
no había entrado en vigor hasta
la época en que nació el Salvador. Este censo fue cuestionado por siglos a
causa de la
referencia que se hace de Cirenio el gobernador de
Siria, pero hoy,
gracias a la arqueología se
ha confirmado este
registro.
Cada cual
debía regresar a la ciudad de sus antepasados donde
se guardaban los registros de la
familia. Los padres del Señor
partieron de Nazaret
en Galilea hacia el Sur. Debieron caminar cerca de 120 kilómetros
hasta la
tierra de Belén, su ciudad natal. Belén significa “Casa del Pan”. Quizá
haber nacido allí posibilitó que
años después, en pleno ministerio, con una bella metáfora Jesús
refiriera la etimología
de su sitio natal
aplicándolo a sí mismo
,cuando dijo: Yo soy el Pan de Vida.
No había
lugar para ellos en el Mesón. La tradición dice
que el establo
en cuestión era una cueva en
la ladera de la colina detrás de
la posada. Allí, entre nobles animales, nació
el Niño Dios; de manera que
se cumpliese lo
dicho por el profeta
Miqueas alrededor del 722 a. C.: “Belén Efrata, pequeña para estar entre
las familias de
Judá, de ti saldrá el que será Señor en Israel, y sus salidas son
desde el principio,
desde los días de la eternidad”. El Señor vino al mundo en una noche tranquila.
Quizá dormía el
emperador en aquella hora,
también los reyes,
los doctores de la ley,
los fariseos, los impecables
saduceos, los ricos entregados en
los brazos mitológicos de Morfeo; pero los sencillos pastores
velaban en la noche palestina y
tuvieron la oportunidad de escuchar
las nuevas de
gran gozo.
A estos hombres
humildes se les dio la oportunidad de recibir el primer anuncio del nacimiento.
Entre muchas razones podemos
al menos mencionar dos: David, de
cuya descendencia nacería
el Mesías, era
pastor de ovejas cuando
fue llamado para ser
el rey de Israel. Y que Jesús,
el buen pastor, vino a redimir a personas de tan
humilde origen. La
bendición de su
nacimiento cambiaría el mundo,
a partir de ese
entonces judíos y
gentiles, pobres y ricos, hombres
y mujeres, cultos e incultos podrían gritar a coro: Gloria in excelsis Deo. El mundo
colapsa entre mentiras, odio, guerras,
desastres ecológicos, hostilidad, enfermedades,
hambrunas, recesión económica. Las familias cubanas necesitan
un enfoque cristiano
en sus vidas para rescatar los
valores morales y espirituales que se han perdido.
Un estudio social
sobre el divorcio en Cuba, nos dice que
tenemos el primer lugar desde el Estrecho de Bering hasta la Patagonia. Somos
la primera nación de América en cuanto a índice de divorcios. El
periódico Granma ha informado que
en Cuba, de
cada 100 niños que nacen, 67 de
ellos son hijos de madres solteras. O sea que el 67 % depende de la seguridad
social. No hay país que pueda
sostenerse económicamente con estas
devastadoras estadísticas. Ha crecido desmesuradamente el consumo del alcohol y las indisciplinas sociales. Con frecuencia los medios de difusión masiva
llaman al cuidado
de los bienes comunitarios que van desde un ómnibus, un parque, una estatua
de un prócer, o
sencillamente la cortesía con
los ancianos, las
damas o los niños.
Miramos al mundo donde las golpizas
a las mujeres
es el crimen
más numeroso que se
contabiliza en las estadísticas mundiales. Los países compran
más armas que comida.
¿Cómo revertir
este desastre? Jesús
el Salvador quiere que
nosotros seamos hombres y
mujeres de su
agrado, o sencillamente de buena
voluntad. Nos manda que seamos
sal de la tierra.
¿Y qué hace la sal? Preserva, da sabor. Un alimento puede estar precioso
a la vista, oler de una manera
increíblemente agradable,
pero sin sal es insípido. La sal es un componente
esencial de la dieta de los seres humanos. En el pasado la sal tenía un valor altísimo, a menudo era signo de
prestigio social o valía económica. Pero la sal se deshace en
el mismo proceso de dar sabor. Debemos
amar a cambio
de nada, pues eso nos enseña la sal que desparece en la transformación del alimento, que es servir al
prójimo, viviendo los postulados morales de Dios, la Iglesia y la sociedad.
Jesús nos
mandó a
ser sal y
a ser luz, para que viendo nuestras buenas obras, los hombres
glorifiquen al Padre
que está en los cielos. ¿Cómo rescataremos a los perdidos de nuestra nación
y los llevaremos
a los pies de
Jesús? Siendo sal
de la tierra: honorables, dignos,
filántropos, laboriosos; llevando
el bien a
las almas, diciéndoles que en
Jesús hay esperanza de salvación.
Navidad es
más que papá Noel o Santa Claus, tarjetas, regalos,
felicitaciones. Navidad es el
mensaje angelical y transformador del arribo del niño rey, que
vino a generar transformación entre los hombres con
paz y buena
voluntad.
La niña de los fósforos*
Hacía un frío
espantoso; nevaba y comenzaba
a oscurecer; era la
última noche del año,
la Noche Vieja. Con
aquel frío y en aquella oscuridad
iba por la calle una pobre muchachita con
la cabeza descubierta
y los pies
descalzos; sí, es verdad
que llevaba zapatillas
al salir de casa, pero ¿para qué
le habían servido? Eran unas
zapatillas muy grandes, su madre
las había usado últimamente, de tan grandes como eran, y la pequeña las había perdido al
cruzar corriendo la calle
cuando pasaban dos coches a velocidad vertiginosa; una, no la pudo
encontrar y con
la otra salió corriendo un chico que dijo que la podía
usar como cuna de sus futuros niños.
Iba por lo
tanto la niña con sus piececitos descalzos,
rojos y azules
de frío. En un
viejo delantal llevaba un
montón de fósforos
y un manojo de ellos en la
mano; nadie le había
comprado en todo el
día; nadie e
había dado ni un solo céntimo.
Hambrienta y
aterida iba, y parecía
muy triste, la pobre.
Los copos de nieve caían en su
largo pelo dorado, que se ensortijaba
formando encantadores bucles sobre la nuca, pero a
buen seguro que ella no pensaba en su apariencia. Había luces en
todas las ventanas
y hasta la calle llegaba el delicioso olor del ganso
asado; claro, como que era Noche Vieja, se decía ella. Allá en
un hueco entre
dos casas, de las que una se inclinaba más
a la calle que
la otra, se
sentó y acurrucó,
doblando las piernas, pero sintió aún más frío y no se atrevía a volver
a casa, porque no había
vendido ningún fósforo ni conseguido un solo céntimo; su padre
le pegaría y su casa estaba también fría,
solo tenía techo sobre ellos y por él
silbaba el viento, aunque habían
rellenado con paja
y trapos las mayores grietas. Sus manitas estaban casi
muertas de frío.
¡Ay!, un fosforito
podía hacerle bien. Con solo que se atreviese a arrancar
uno del manojo,
frotarlo contra la pared y
calentarse los dedos. Arrancó uno,
¡risch!, ¡qué chisporroteo, qué calor! Era una llama
caliente y límpida, como una
velita, cuando la sostuvo en su mano; era una luz extraña; la muchachita se imaginó que estaba sentada ante una gran
estufa de hierro con resplandecientes bolas
y cilindros de
latón; el fuego
ardía que era una bendición,
calentaba tan bien; no, ¿pero qué era
aquello? La pequeña
estiraba ya los pies
para calentarlos también… cuando se apagó la
llama. La estufa se esfumó,
estaba sentada con un
trocito del fósforo sin arder en la mano. Frotó uno
de nuevo, brotó
la llama y donde
la luz daba en el
muro se
hizo transparente, como una gasa; vio directamente la sala en la que la
mesa estaba puesta con
un resplandeciente mantel blanco
y fina porcelana
y el ganso asado,
relleno de ciruelas
y manzanas, humeaba apetitosamente; y lo
que era más
espléndido, el ganso daba un
salto de la fuente, corría cojeando por el suelo con tenedor y cuchillo
al lomo; venía en dirección a la muchacha
pobre; entonces se
apagó el fósforo y
no quedó para
ver más que un muro grueso y frío.
Encendió otro más. Entonces se encontró sentada bajo
el árbol de navidad más
delicioso; era aún
mayor y más adornado que el que
había visto a través de la puerta de cristales en casa del rico
comerciante la navidad pasada;
mil velas ardían en las ramas verdes y estampas multicolores, como
las que adornan las
vidrieras, la contemplaban. La pequeña extendió sus brazos,
entonces se apagó el fósforo; las innumerables luces de navidad se elevaron cada
vez más y
vio que eran ahora
las claras estrellas. Una de ellas cayó,
dibujando en el
cielo una larga estela de fuego.
—Alguien se
está muriendo —dijo la pequeña, porque
su abuela, la
única persona que había
sido buena con ella, pero que había muerto, le decía: —Cuando
una
estrella cae, sube
un alma a Dios. Frotó de nuevo
un fósforo contra
el muro, todo se llenó de luz y en el resplandor apareció
la abuela, tan
llena de luz, dulce y bendita.
— ¡Abuela! —Gritó
la niña—, ¡oh, llévame contigo! Sé que te habrás
ido cuando el fósforo
se apague. ¡Ido como la estufa caliente, el apetitoso ganso
asado y el
espléndido árbol de navidad!
Y restregó precipitadamente el resto de
los fósforos que había en el manojo, de tal forma no quería perder a
la abuela; y los fósforos lucieron tanto que había más luz que en pleno día. La abuela no
había sido nunca hermosa ni chachita
en sus brazos
y volaron en resplandor
y gozo, más
y más alto, adonde
no había frío,
ni hambre ni miedo —estaban con Dios. Pero en la fría
madrugada, sentada en
el rincón junto a
la casa, estaba
la muchacha con rojas
mejillas, con la
sonrisa en los labios congelada la
última noche del año viejo.
La mañana
de año nuevo
se abrió sobre el pequeño cuerpo
sentado con los fósforos, de los que un haz estaba casi consumido. Ha querido calentar-se, dijeron; nadie supo todo el
esplendor que había
visto, con qué
gloria había entrado con la abuela en el gozo del Año Nuevo.
*Hans C.
Andersen, Dinamarca 1805- 1875.
Den lille pige med svovlstikkerne.
Luego
de siete
años de casados, a mi
esposa Vilmaris Cedeño Proenza,
se le practicó un examen de
citología (prueba citológica), y se le detectó un NIC-1 en el cuello del
útero, que de la noche a la mañana se
convirtió en un NIC-2. Pasamos días de gran angustia debido a la rapidez con que esa condición había empeorado
luego de ser descubierta. A pesar de hacer reposo absoluto, se le desataron agudos
dolores que nos hicieron
pensar lo peor; pero
acudimos a nuestro Padre
Celestial: la hermana Caridad
Blanco oró por mi
esposa y de
inmediato comenzó la mejoría.
Poco después viajamos a La Habana y allí tuvimos ocasión de
que la viera
el doctor Abel
Baracaldo, quien nos confirmó, luego de practicarle varias pruebas, que
no había nada de qué preocuparse. Sin embargo, nuestra familia aún no estaba
completa. Mi esposa tiene un pequeño tumor en
la hipófisis que le provoca trastornos hormonales, desarreglos menstruales, falta de ovulación, pérdida
de la consciencia,
irritabilidad, etc. Estuvimos
rogándole a
Dios por un
hijo durante ocho años y medio. Cada noche yo
le decía al Señor:
“Acuérdate
que quiero tener un hijo”. Y hoy tengo que alabar su nombre glorioso, porque
a pesar del
problema de ovulación
de mi esposa, el Todopoderoso nos concedió tener un niño
que ya tiene tres años de edad.
Cuanto más leo la Biblia…
Por el supervisor Ramón Pastor
Verdecia Labrada
Cuanto
más leo
la Biblia, más conozco y amo a Dios que me amó primero y en tal manera que entregó a su
Hijo a la muerte para salvarme, así como a
todos los que creen en él.
Al leer
la Palabra de Dios también
me conozco a mí mismo, reconociendo mi naturaleza de pecado que solo
encuentra la paz y la santificación en Cristo. Cuanto más leo la Biblia más conozco
al Espíritu Santo, el Protector, el Defensor de los creyentes, el que vino a
llenar el espacio
del Mesías ascendido. Al beber
en la fuente
de vida de la
Palabra Eterna crece mi entendimiento de la vasta obra del Creador, en la misma
medida en que crece mi fe y la paciencia con que espero que él lleve a
término todo lo que ha empezado. Cuanto más leo la
Biblia, más me asombro de los cambios
operados en mi ser. Al meditar en la elocuencia divina me preparo para
discernir las intenciones de los que me rodean, no para distanciarme de ellos,
sino para indicarles oportunamente el camino de vida. Cuanto más leo la
Biblia, más deseo ardientemente entregarme en cuerpo y alma al servicio de Dios
y al disfrute de su presencia.
René
Carlos Almaguer
Playa
Baracoa.
Hoy
traigo la venda para tus heridas, la calma
y la paz
a tu desesperación. Yo castigo y reprendo a todos
los que amo. Sigue buscando
cada día de mi Espíritu y
verás mi gloria en
tu vida. Yo vengo pronto y solo
irán conmigo los que hayan
vencido. Esta es tu
oportunidad. Amén.
Obispo
Onésimo Rodríguez
.
Eliudel González
La Lisa.
Mi Espíritu hoy
pongo sobre ti como Consolador.
Recibe mi abrazo
que como Padre te
doy. Hoy has bebido de la fuente que salta para vida
eterna; que siempre corra en ti, mi agua viva. Hijo mío,
sé fiel y te usaré
para mi gloria.
Obispo Onésimo
Rodríguez.
Helva
Luisa Corcases
Artemisa.
Día
feliz para ella; hoy es un día feliz.
Sin mi
Espíritu es muy
difícil vivir. Ella me buscó
de todo corazón y encontró el lugar de
arrepentimiento. Hija mía, no permitas que nadie quite la felicidad que
pongo en ti. Cuida mi Espíritu. Amén.
Superintendente Humberto Delfino.
Walquiria Montier
Los Pinos.
He
puesto un lugar más
en la mesa, regocíjate y gózate
con los redimidos. Toma del pan de vida
y bebe del agua para que sacies
tu sed. No más descuido,
mi misericordia te
alcanzó. Hoy dile a muchos que
Yo soy Dios de misericordia. Amén.
Superintendente Humberto Delfino.
David
Tápanes, Matanzas.
Yo soy tu Padre y tú eres mi hijo; por eso he
venido para socorrerte en tu debilidad. No más contacto con el mundo y su pecado.
Yo aborrezco el pecado y la maldad pero
amo a los que madrugando me buscan. Las cosas viejas, deséchalas. Ven y entra
nuevamente en el gozo de mi amor.
Obispo
Onésimo Rodríguez.
El manantial de mi salud, fuerza y poder Por el
entonces Obispo Daddy John Cinco verdades
bíblicas de diaria inspiración y poder divino en compañía de Cristo. Primero:
Me hago la pregunta: “Daddy John, ¿por
qué estás aquí?”
Entonces me acuerdo de mi deber para con Dios e inmediatamente me ocupo
de Su obra. Segundo: Recuerdo el poder y la autoridad de Cristo, sus
mandamientos, la comisión que nos
dejó y la gran bendición que él
prometió
a sus discípulos. “Y Jesús se acercó y les habló
diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y
haced discípulos a todas
las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu
Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y
he aquí yo
estoy con vosotros todos los
días, hasta el
fin del mundo. Amén”. Mat
28:18-20.
Mandó enseñar el
Evangelio Eterno, mandó bautizar,
a sanar enfermos, echar fuera demonios —señales que siguen a los
que creen y,
¡gracias al Señor!,
yo puedo sentir la potencia del Todopoderoso obrando en mi
ser. “Estoy con vosotros todos los días”, con esta confianza puedo
afrontar cualquier prueba
en su amado nombre.
Tercero: Hay días en que la carne parece estar
débil y comienzo
a preguntarme: “¿Podré
continuar hasta el
fin?” Entonces se me
presenta la Palabra
de Cristo: “El Espíritu es el que da vida; la carne para
nada aprovecha”. Entonces miro
encima de la
carne con mis
ojos fijos en Cristo, con toda sencillez pongo mi afecto
en las cosas
de arriba y sigo
adelante en su nombre, e inmediatamente recibo fuerzas para continuar la obra. ¡Bendito sea su nombre!
Cuarto: Estando
en los setenta
y tres años, hay veces que mis
pasos parecen fallar y
me tambaleo bajo
la carga; la cruz
me parece más
pesada de lo que
puedo llevar. Entonces recuerdo
la promesa: “No os daré más de lo que podéis llevar” y, “El ánimo (espíritu) del hombre soportará
su enfermedad” Proverbios 18:14. ¡Aleluya! Así viene el
poder del Espíritu; me
enderezo, sí, salto
de alegría y corro
en la carrera
cristiana con los jóvenes.
¡Cuán
importante
es tener el bautismo
del Espíritu Santo, el Espíritu
de Cristo, que es el
poder más grande que el hombre puede conocer! El apóstol Pablo
escribió a los
romanos diciendo: “Mas vosotros no vivís
según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios
mora en vosotros. Y si alguno no tiene
el Espíritu de Cristo, no es de él” (Rom
8:9). “El Espíritu vivifica” (2 Cor 3:6).
Quinto: Por ser un hijo de Dios; “porque todos
los que son guiados por el Espíritu de Dios,
los tales son hijos de Dios” (Rom 8:14). “Vosotros sois el templo del Dios viviente…” (2 Cor 6:16). Pues
no puedo andar como andan los demás, sino circunspecto, no teniendo parte con
las cosas que están en enemistad con Dios, sino entre la gente que anda en la luz
del Señor, hijos del Dios vivo. Prosigo al blanco, me esfuerzo para entrar
por la puerta estrecha, para recibir más
poder para vencer al mundo y ser coheredero con Cristo, “sentado en lugares
celestiales”. ¡Un hijo de Dios! Tengo gozo indecible y estoy lleno de gloria.
Queridos amigos, es lo único que merece la pena;
todo el dinero del mundo no lo puede comprar: es un don de Dios. Es la única
cosa permanente que satisface; es el único gozo verdadero; es lo que satisface
a mi alma.
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