lunes, 5 de agosto de 2013

El octavo Mensajero

La columna del director
Cualquier mirada  retrospectiva  al  año 2012 deberá  incluir, entre  sus aspectos más sobresalientes,  tres eventos  inolvidables: La Celebración Nacional de  las Cosechas,  la  Convención Nacional  de Pastores, con su especial toque del Espíritu  Santo,  y  en  esta  ocasión  con  el desafío  a  los  pastores  a  conseguir  la unción,  y  la XVIII Conferencia General  en Palomino,  ciudad de Camagüey,  cuyo título fue un llamado a iluminar el mundo. 
A  esta  significativa  lista  se  le suma la doble visita de nuestro máximo líder, el apóstol Miguel A. Rodríguez a esta amada  isla, y el  inicio de un curso ministerial con más de veinte alumnos, y  los  doscientos  ochenta  bautizados. También ha  sido    el  año de mayor  satisfacción  en  cuanto  a  las  finanzas  nacionales  las  que  alcanzaron  $1  124 768.76,  y  por  el  inicio  de  la  construcción del  templo de Jamal, Baracoa, entre otras bendiciones que el Señor nos regaló.
Todo no ha sido regocijo,  también hemos tenido que enfrentar gigantes; quizá por momentos han  temblado nuestros pies a causa del pavor de la batalla; pero  como  dijera  el  profeta  Samuel: “¡Eben-ezer,  hasta  aquí  nos  ayudó Jehová!”.  ¡Gloria y honra al que vive y nos da la victoria! ¿Qué  podemos  esperar  para  el  2013? Aunque vemos  al mundo  ir de mal  en peor  y  el  vaticinio  es  de  destrucción  y muerte,  nos  sujetamos  a  las  promesas del divino Maestro, quien prometió que estaría con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, y confiados en que si hasta aquí nos ha ayudado, nos seguirá ayudando.
Es probable que el mayor desafío para este año  sea  la economía, o quizá definir respuestas a la creciente ola de modernismo,  secularismo y humanismo  que  amenazan  la  fe  de  los hijos  legítimos de Dios. Sea cual sea el reto, nuestro órgano oficial, El mensajero de los postreros días, por la gracia infinita e inmerecida de Dios, continúa su  labor  para  iluminar  a  la  iglesia  durante 2013,  impartiendo  luz y vida, no solo a  la  iglesia, sino a cada navegante que  en  el mar  de  la  vida  requiera  del consejo  de  paz  y  salvación  contenido en nuestro predicador silencioso.
Vemos  señales  de  crecimiento  en  varias  de  nuestras  congregaciones  y  en muchos de nuestros hermanos, en pro de  la  santidad,  del  evangelismo,  del desarrollo integral de la obra de Dios... y sabemos que esto no es más que una manifestación de la gloria del Señor en su  pueblo.  Invito  a  cada miembro  de nuestra iglesia a interesarse en este movimiento y a ser parte del mismo, convirtiéndose  en  un  colaborador  activo del Espíritu Santo. Dedicamos este edición de la revista al tema  de  la  educación,  porque  reconocemos cuán útil es la preparación en la sana  doctrina  y  la  corrección  ciudadana.
Felicito una vez más a toda la iglesia, a todos  los  que  por  la  gracia  del  Señor hemos  llegado  a  este  año nuevo,  y  les invito a vivir solo para el Señor. Que la agenda  de  cada  hijo  de Dios,  de  cada pastor, oficial y líder, no se mueva tras su  gratificación  personal,  sino  en  pos de los negocios del Padre Celestial.
Superintendente Eliezer Simpson Jackson
Presidente de la iglesia en Cuba.

El  hombrecito  que  me  impresionó
Por el Superintendente Sergio de la C. González Caballero.
Avanzaba la mañana, yo esperaba para ser atendido por una amiga doctora, en la  clínica  estomatológica  de  la  ciudad de Guanajay. Junto a mí se hallaban mi esposa, mi hija Karen, mi cuñada Magbis y su esposo, el pastor Juan Ruperto Pérez. En aquel sitio, un vasto salón de espera,  hay  situadas  varias bancas  que permiten que se acomoden los pacientes, mientras les llega su turno para ser atendidos.
Leía  el  semanario  El  Artemiseño,  cuando  levanté  la  vista,  y  vi, subiendo  las escaleras al segundo nivel donde nos encontrábamos, a un hombrecito  de  baja  estatura,  piel  cobriza, con  una  incipiente  barba  blanca,  que con un acompasado andar y una sonrisa, pasó banca por banca, estrechando con  su  diestra,  la  mano  a  todos  los presentes. Cuando llegó a mí, lo saludé asombrado,  con  toda  deferencia  posible, y le vi continuar, hasta que concluyó su prolongado estrechón de manos en  la  estancia.  Miré  el  reloj,  porque justo a las 9 y 45 minutos había aparecido  aquel  individuo  que me  hizo  humedecer los ojos, recordando el poema que  habla  de  seres  como  él,  que  son ángeles incomprendidos que andan por el mundo.
Cuando  saludó  a  todos,  se retiró hacia un pasillo donde se recostó a  un  hombre  relativamente  joven,  de un inmenso bigote, que vestía ropas de obrero  agrícola.  Con  una  sonrisa  le recibió  y  le  pasó  la mano  por  encima de su hombro. Aquel hombre-cito era un síndrome de Down, y allí se refugiaba  en  su  asistente,  después  de brindarnos una inmensa lección.
No  pude  permanecer  sentado,  algo internamente  me  hizo  levantar;  me dirigí  hacia  ellos  y  saludé  al  acompañante. Con todo respeto le pregunté al hombrecito  su  nombre,  mientras  le saludaba  de  nuevo  estrechándole  su diestra.  Sin  embargo,  el  promotor  de aquella experiencia en mi persona apenas  podía  hablarme,  y  aunque  decía algunas cosas, su  lenguaje estaba  fuera de mi  comprensión. Entonces  su hermano,  el  lazarillo  que  le  guiaba,  me dijo:  “Se  llama  Alexis  García  Pérez”.
Traté  de  insistir  en  mi  comunicación con aquella criatura extraordinaria, y le pregunté  la  edad  que  tenía.  Entendí más  claramente  esta  vez  su  respuesta, pues me dijo que  tenía  tres, y con una mano  levantada,  me  mostraba  cuatro dedos  con  una  amplia  sonrisa.  En  su inocencia,  todo me  lo había explicado. Su auxiliar de nuevo salió en su  rescate,  y me  informó que  tenía  cuarenta  y cinco  años  cumplidos,  diciéndome además  que  aquella  acción  de  brindar cariño  y  saludar,  era  algo  consuetudinario  en  él,  una  práctica  de  siempre, fuere cual fuere el sitio adonde  llegare.
Sonreí con lágrimas en los ojos, diciéndole  a  su  hermano  que  felicitaba  la educación de sus padres y de todos los que intervinieron en su formación, por aquel  hermoso  gesto,  por  aquella  corrección  y  expresión  de  cortesía,  porque nos había dejado una preciosa enseñanza de amor a todos los presentes: él, un  ser discapacitado. Lo vi  sonreír, y  se agachó. Yo me volví a mi  lugar y seguí atendiendo sus movimientos con discreción.   No  estuvieron mucho  rato  en  su  gestión, solo que al partir me saludaron de lejos,  y  descendieron  las  gradas  perdiéndose  de  vista. Durante  largo  rato medité  en  aquella  situación  extraña contemplada  esa mañana,  y  en  la  tremenda  ilustración  del  hombrecito  enfermo.  Después  pensé  escribir  sobre él,  y de  los que  como  él  andan por  la vida  brindando  luz, aunque  no  tengan las condiciones  idóneas para ofrecerla.
Años  antes,  el  mal que padece el hombrecito  que  me impresionó,  era  llamado  mongolismo. Esta enfermedad  es  una    malformación  congénita  causada  por una  alteración  del cromosoma  veintiuno,  que  va  acompañada  de un retraso mental que  puede  ser moderado  o  grave. Cuando  la  concepción  se  produce dentro de  los parámetros normales,  el óvulo que es fecundado tiene solo dos copias de cada cromosoma; sin embargo, el  síndrome de Down es una anomalía que se caracteriza por  la  triplicación (presencia de tres copias) del cromosoma  veintiuno.
Es  entonces  que estas  personas,  presentan  cuarenta  y siete cromosomas en vez de cuarenta y seis, que es la cifra normal del genoma humano. En casi su  totalidad  los afectados de  este mal presentan baja  estatura, cabeza redondeada, y tienen generalmente una frente alta y aplanada; su lengua y labios son fisurados.  Según  los  dictámenes  de  la  medicina moderna  suelen  alcanzar  una  edad mental  de  ocho  años,  y  por  lo  tanto precisan  de  un  hábitat  protector,  aun-que pueden desempeñar algunos trabajos sencillos. 
Según  la  estadística  que  en  estos momentos manifiesta  la  incidencia  global del síndrome de Down, hay aproximadamente  un Down  por  cada  setecientos nacimientos, pero este  riesgo varía de  acuerdo  con  la  edad de  la progenitora.  En  las  madres  de  veinticinco años,  la  probabilidad  es  de  uno  por cada dos mil nacidos; mientras que en madres  de  treinta  y  cinco  años en  lo  adelante, se eleva el peligro,  pues la  cifra  habla de  uno  por cada  doscientos  nacimientos,  y  esta tragedia  se multiplica  en la  medida    en que  se  elevan los  años  de  las embarazadas.
Ya  cuando  una dama  con  cuatro  décadas  de vida  o más,  decide  tener  un  hijo,  este  riesgo llega  a  alcanzar  la  proporción  de  uno por cada cuarenta niños nacidos.  Verlo  saludando me hizo pensar  en  el presente  que  vivimos  y  compararlo con  él.  Para  nada  es  extraño  hoy  día, que  seres  normales,  con  todas  sus  facultades,  se  crucen  en  un  camino, compartan asientos, pasen a  tu  lado, y el saludo, ese con que nos distinguió el hombrecito de  la clínica, al menos por la  región  del  mundo  donde  vivo,  se convierte en un espécimen con peligro de extinción. 
Los  buenos modales,  el  respeto  a  las canas,  el  derecho  de  los  débiles  o  enfermos, se pisotea, porque las piadosas costumbres  pasaron  de  moda,  y  las generaciones  actuales  se  aíslan  en  un mundo que Dios creó para que conviviéramos como hermanos.  Ver aquel ser brindando afectos a desconocidos,  con  su  boca medio  abierta enseñándonos  su  gruesa  lengua,  me recordó  que  hay  bondades  escondidas entre  lo vil  y menospreciado, mientras la  humanidad  colapsa  entre  mentiras, odio,  guerras,  desastres  ecológicos, hostilidades, enfermedades, hambrunas y recesión económica. Me dijo también a  gritos  con  su  ilustración,  que  las  familias  necesitan  un  enfoque  cristiano en  sus  vidas,  para  rescatar  los  valores morales y espirituales que se han perdido en las últimas generaciones. 
En  Cuba  tenemos  el  nada  agradable primer  lugar,  en  cuanto  a  índice  de divorcios  se  refiere, desde  el Estrecho de Bering hasta  la Patagonia. Ha crecido  desmesuradamente  el  consumo  del alcohol en todas las edades y en ambos sexos,  junto  a  indisciplinas  sociales  e índice delictivo. Leemos con frecuencia el  alerta por medios de difusión masiva,  llamando  al  cuidado  de  los  bienes comunitarios  que  van  desde  un  ómnibus  de  servicio  público,  un  tren  que traslada  pasajeros,  el  parque  de  una ciudad, la estatua de un prócer, o sencillamente la cortesía con unos ancianos, damas, niños o enfermos. Es muy triste mirar al mundo, donde las golpizas a las  mujeres  se  han  convertido  en  el crimen más numeroso que se contabiliza en las estadísticas mundiales. 
Vemos con frecuencia como los presupuestos militares  se  elevan en  el mundo,  y  los  países  compran  más  armas que  comida,  anunciándose  de  manera repetitiva  el  alistamiento  de  miles  de soldados  para  guerras  que  parecen  no tener fin  jamás, colmando de muerte y destrucción  a millones de  seres humanos.  El  célebre  Agustín  de  Hipona,  quien ha  sido  considerado  el  teólogo  más distinguido de  los primeros quinientos años de cristianismo, se equivocó en su predicción. El enseñaba que al final de los días,  la  influencia de  la Iglesia sería tal entre los hombres, que se lograría la paz  y  la  estabilidad.  Esa  hipótesis  se llamó  post milenarismo.
Hoy  nos  damos  cuenta,  por  lo  que  podemos  observar,  que  es  todo  lo  contrario  a  lo pensado por el sabio africano. Y en ese continuo andar va el mundo perdiendo valores; por eso, aquel día un  limitado me asombró con su sonrisa.  Me  lastima  expresarlo,  pero  conozco pastores, en  todos  los niveles, que son incapaces de  levantar un  teléfono para dar  una  respuesta  solicitada,  o  para esclarecer  una  decisión  tomada  que afecta a personas o familias; he sabido de  directivos  que  olvidan,  por  sus preocupaciones —o  ignoran  y  evitan cuanto pueden—, el saludo y roce con sus hermanos de fe; he podido apreciar con dolor como crece el desprecio y el alejamiento, en lugar de un ósculo santo  lleno de esperanza; he  logrado considerar  el  crecimiento  del  rencor,  cuando  el perdón que debe primar  en los que asumimos ser hijos de Dios, va en declive.
Por eso me humilló el gesto del enfermo, y con dolor digo, que un síndrome de Down marcó la diferencia de mi cortés y pragmático saludo a  los reunidos  en  la  sala  de  espera,  con  su abierta  libertad para mostrar  afectos  y estrechar manos sin distinción. Cuando los buenos modales se cotizan a elevados precios, cuando  la  ignorancia  y  el  aislamiento  se  imponen  hegemónicamente,  cuando  hay  poco  espacio y tiempo para la cortesía, cuando es trivial  decir buenos  días  o buenas  noches a nuestro arribo,  cuando pasa de moda el beso de despedida o de   reencuentro de  los esposos, un hombrecito  enfermo me  trajo  un  espacio para la reflexión. 
Hace  unos  años  leí  en  un  establecimiento  comercial de mi país un pensamiento  cautivador  que  decía:  “La sonrisa  no  es  de  importación,  es  de producción  nacional”. Tan  contrariados  vivimos,  que  ofertamos  odio  y rencores, sin apreciar la claridad meridiana del que dijo: “Amaos los unos a los otros”.
Realmente  no    si  volveré  a  ver  al hombrecito que saluda, lo que sí puedo expresar es que en aquel momento,  un  síndrome  de Down  llenó  con su  impronta  y  desenfado  la  mañana de un día en mi existencia. Horas después, a solas con Dios, di gracias por él, por su lección, por su sonrisa, porque  su enfermedad de nacimiento no le había  impedido  estar  entre  los que aman y fundan. Y mientras otros pueden y culpan a Dios de  las desgracias del  mundo,  y  lo  maldicen  por  estos seres que caminan por la vida, yo solo puedo dar gracias al Dios de  la Creación  por  esa  cándida  persona  que honra  el  bien,  y  reparte  sonrisas  y saludos sin temores ni inhibiciones.
Y en  mi  intensa  oración  privada  dije: “Gracias, Padre mío,  porque    estás detrás  de  todo,  aunque  yo  no  lo  entienda;  aunque  lo  que  hagas,  al  parecer  carezca  de  sentido  o  explicación para  la  razón humana”. Y volví a dar gracias  por  su  existencia,  y  mucho más,  por  haberle  conocido  a  él,  un hombrecito  enfermo  que  me  impresionó  en  la  clínica  estomatológica  de Guanajay,  la amada ciudad del Apóstol Luis Cruz Lara. 
 
Alma mater
La Palabra de Dios tiene función educativa,  porque  guía  al  hombre  en  su transformación  espiritual. Esta  evolución incluye cambios en las normas de vida,  y  las  Escrituras  tienen  orientación  para  cada  aspecto  de  la  existencia;  su  cumplimiento  se  traduce  en satisfacción para  la persona,  la familia y la sociedad. 
Fue  precisamente  la  revelación  de Dios,  observada  como  constitución nacional, lo que hizo de Israel un pueblo  completamente  diferente  a  todos los demás, en aspectos vitales como la expectativa de vida y la generalización de  la  instrucción.  Egipto,  Grecia  y Roma,  fueron  potencias  políticas  y culturales; pero en ninguna de ellas  la alfabetización  estaba  tan bien  repartida  como  en  Israel, pues  la misma  ley divina  prescribía  que  cada  persona debía  tener  una  copia  de  la Torah,  y esta  debía  aprenderse  desde  edades tempranas,  sin  distinción  de  clases sociales; era una obligación su estudio en los hogares y en la comunidad. 
En  una  época  tan  remota  como  el 1445  a. C.,  el  código  sinaítico  regulaba,  humanamente,  el  trato  de  los  esclavos,  y  favorecía  su  liberación,  adelantándose por siglos a  las disposiciones de las otras sociedades. La Ley de Dios dignificaba la condición humana y le aseguraba una relación armoniosa con la naturaleza. La alarma por el  cambio  climático  y  la  destrucción  de nuestros  ecosistemas  es  reciente;  sin embargo,  la  legislación divina prescribía, desde hace más de  tres mil años, el  cuidado  de  las  aguas,  los  árboles, los  animales  y  la  tierra.
  Esta  legislación convirtió a  Israel en  luz para  las naciones:  “Os  he  enseñado  estatutos y decretos, como Jehová mi Dios me mandó, para que hagáis  así en medio de  la  tierra en  la cual entráis  para  tomar  posesión  de  ella. Guardadlos,  pues,  y  ponedlos por  obra;  porque esta es vuestra sabiduría  y  vuestra inteligencia  ante los  ojos  de  los pueblos,  los cuales  oirán todos  estos estatutos,  y dirán: Ciertamente  pueblo  sabio  y  entendido, nación  grande  es  esta.  Porque  ¿qué nación grande hay que tenga estatutos y  juicios  justos como es  toda esta  ley que  yo  pongo  hoy  delante  de  vosotros?” (Dt. 4:5). Las  Escrituras  consolidaron  el  hogar como  la primera  escuela. En  el mandamiento de honrar  a  los padres  está implícito  el  reconocimiento  de  que ellos  son  la  fuente de donde brota  la instrucción sagrada, la que puede alargar  nuestros  días  sobre  la  tierra.
La Ley exige que el hogar sea un aula   donde  aprendamos  a  vivir  según  las normas  del  Creador: “Estas  palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón,  y  las  repetirás  a  tus  hijos,  y hablarás de  ellas  estando  en  tu  casa,  y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes” (Dt 6:6, 7). La  iglesia  es  heredera  y  conservadora de  ese  bien  tan  preciado:  la  Palabra Eterna.  Por  tanto,  también  debe  ser luz para los pueblos. La iglesia debe ser instructora  de  la  sociedad;  debe  convertirse en referencia universal: cuando el alma de las personas anhele la paz, el consejo,  el  consuelo,  el  ánimo,  la  salud…  debe  pensar  primero  en  la  iglesia. Ella debe ser el socorro de los cansados,  de  los  heridos,  de  los  desahuciados,  los  desorientados,  en  la misma medida  en que  alimenta  y protege  a  los  hijos  que,  estando  en  ella, están en Cristo; o que recibe a los hijos pródigos para curar sus heridas y darles una nueva perspectiva de vida. La iglesia  es  la  gran Educadora,  la  verdadera Alma Mater.
La educación está en  la esencia misma del proceso evangelizador; pues Cristo fue el Cordero de Dios en su sacrificio; pero  durante  su ministerio  fue,  sobre todo, el Maestro, y  su gran encomienda está enunciada en términos educativos:    “Por  tanto,  id,  y  haced  discípulos  a todas  las  naciones,  (…);  enseñándoles que guarden  todas  las cosas que os he mandado…” (Mt. 28:19, 20).
Hacer  discípulos  es  mucho  más  que instruir. El sistema de enseñanza  judío consistía,  básicamente,  en  el  método del  discipulado;  no  se  trataba  solo  de trasmitir  conocimiento,  sino  de  imitar al maestro. Pablo dijo al respecto: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo”  (1 Co  11:1). Los discípulos  tenían que aprender todo de su rabino,  incluyendo  la  postura  para  sentarse,  para orar, sus hábitos higiénicos y alimentarios,  etc. Cuando  igualaban  al  preceptor,  entonces  podían  independizarse  y crear su propia escuela; es decir, buscar seguidores. Por eso Jesús dijo: “El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo  más  que  su  señor.  Bástale  al discípulo  ser  como  su  maestro,  y  al siervo  como  su  señor”  (Mt.  10:24, 25).
Con  la  gran  comisión  el  Mesías está  expresando  que  la  prédica del  Evangelio  es,  sobre  todo, influir en las personas para que anden  como  él  anduvo;  solo así  será posible  afirmar: “Ya no  vivo  yo, mas  vive Cristo en mí”  (Gá. 2:20). El propósito es enseñarles  a  vivir  como  Jesús,  en  su amor,  su  humildad,  su  sinceridad,  su obediencia, su entrega. Pero nadie puede  dar  lo  que  no  tiene;  así  que,  para que conozcan e  imiten a Cristo, deben verlo en nosotros. Es una responsabilidad de  los hijos de Dios tomar  la provisión del Señor, vivirla, y  transmitirla. El  faro de Dios  tiene que brillar hacia dentro  y  hacia  fuera.  Como  dijera  el sacerdote Félix Varela: “Instruir puede cualquiera;  educar,  solo  quien  sea  un Evangelio vivo.”
 
PAPEL AL AGUA*
Cuando mama   Cartulina  le pregunto   a nene   Papel que   sería a en el  futuro, este respondió: —Seré   un barquito de papel. Mama    Cartulina quedo    aturdida  al  escuchar aquellas palabras. —Decididamente estás loco —le dijo— no  sabes  que  tienes  que  conformarte con  lo  que  eres,  ahora  puedes  jugar con  todos  los  colores  y  llevar  lindos dibujos  en  tu  ropita. 
Así   que  olvídate de  los  barcos  que  nada  tenemos  que ver con ellos. Nene   Papel parecí a  no  escuchar nada, sus ojos estaban clavados en un velero de un cuadro que colgaba en  la pared. Mama, silenciosa, lo contemplo   de arriba  abajo  con  deseos  de  darle  unas cuantas nalgadas. —Escucha  —dijo  con  voz  gruesa  y amenazante—.  Jamás  lo permitiré  ,  en nuestra  familia  todos  tenemos  un  oficio  y  estamos  orgullosos  de  nuestra sabiduría, por  lo que no consentiré   en que seas algo ajeno a nuestras labores; acaso se te olvida que tu difunto padre, Cartucho,  fue vanguardia  como  el mejor envase.
¿Y qué   dices de tu tío Papel de Lija, un poco orgulloso, pero  jamás se le vio abandonar el taller.  Mama   Cartulina quedo   sin voz,   eso es propio de todas  las madres cartulinas: son  atacadas  de  ronquera  cuando  hablan mucho. Fue a  la  cocina y  regreso   con  un    vaso  de  agua.   Nene    al  ver  el agua le dijo: —No te acerques mucho porque me  tiro en e  l.  Mama   Cartulina  recogió   un    libro  con el  que  nene    había  estado  jugando  y que dejo   en el  piso. —Ojala    fueras  un  libro,  serías  ma  s provechoso.
—Un    libro  no,  un  barquito  de  papel.
—Exclamo   con una risita pegajosa.
—No se te ocurre decir otra cosa, claro,  eres  un  niño  y  tu  mente  es  muy plana todavía—,  sentencio   mama   Cartulina.
   —dijo  nene —,  se  me  ocurre  que nunca sería como mi primo, Papel Sanitario, ni   abuelo Papel de Estraza, ni mi bisabuelo Papel de Techo.
Un viento fuerte abrió    la puerta de un tirón. Mama   Cartulina lo sujeto   fuertemente por el hombro, lo llevo   al estante de  los  libros para ponerlo de penitencia,  pero  por  la  puerta  entro    una corriente de aire que se lo arrebato   de los brazos.
Nene   voló   en  todas direcciones por  la habitación,  dando  gritos  de  alegría; entonces  se  abrieron  las  ventanas  y gruesas  gotas  de  lluvia  golpearon  el suelo. Nene   Papel suspiro   profundo al sentir el olor del agua y dirigiéndose a mama   Cartulina le dijo: —Adiós  mama,  te  dice  tu  barquito papel. 
Mama   se dirigió   a la ventana de donde estaba  a  punto  de  lanzarse  su  hijo; tiempo  trato    de  atraparlo,  pero  todo fue inútil. Cuando se asomó   vio a nene   papel  flotando,  como  quería,  en  un charco. 
*Cuento  del  escritor  artemiseño  Evacio  Pérez González, publicado por la editorial Unicornio.
 
Dime con quién andas
Un niño cogió un gorrión,
Que halló en el suelo tendido
Y en su casa le hizo un nido
Con esparto y algodón.
Creció el pájaro y a fe
Que era lindo en demasía,
Pero el pobre no sabía
Ni aun cantar el mí, do, re.
Y el niño que lo observó
Dijo para su capote:
“Este pájaro es un zote,
Mas he de avisparle yo.
¿No sabe cantar primores
Y sabe comer el maula?
Pues le encerraré en la jaula
De los bellos ruiseñores.”
Y dicho y hecho, al momento
Le puso en tal compañía,
Y el gorrión al otro día
Cantaba que era un portento.
El niño que le escuchaba,
Satisfecho de esta prueba,
Bajó el gorrión a la cueva,
Donde dos cuervos guardaba.
Y esta verdadera historia 
Dice a seguido renglón,
Que al otro día el gorrión
Graznaba que era una gloria.
De ser malo no se asombre
Quien con malos pasa el día.
Buena o mala compañía
Hace bueno o malo al hombre.
Carlos de Pravia.

GUARDA LA PALABRA EN TU CORAZÓN
Por la Brigada de Luz  Magdalena García 
 
¡No  lo puedo creer! Yo  la  llevo  siempre conmigo y ahora la  he  perdido  —replicaba Ricardo con ansiedad. 
— ¿Qué  has  perdido?  —le preguntó Sara, preocupada.  
— ¡Mi cartera, mi cartera!   —respondió  Ricardo—,  llevaba todos mis ahorros y la he perdido
—Busca bien, tal vez la tienes en otro sitio y no recuerdas.  — ¡Oh  sí,  es  muy  buena idea!    La  buscaré    entre  las cosas de  la escuela! Gracias Sara.
—La  tengo  —se  escuchó  a Ricardo  exclamar  con  alegría.  ¡Cuánto me alegro por Ricardo!   Pero ahora quiero darte un  consejo  a  ti: cuando  vayas a guardar algo para que no  se  pierda, debes    buscar un  lugar  seguro. 
Eso  me  recuerda  lo  importante  de guardar  la  Palabra  de  Dios en nuestro corazón.  Cuando era niña aprendí muchos  textos de memoria  y  no creía que era  importante, pero ahora los años han desgastado mi vista y no puedo  leer la  Biblia,  no  obstante,  llevo guardado  en  mi  corazón  los textos de  la Palabra de Dios y por  eso  puedo  comunicárselos  a  otros.  Un  día  tal  vez  no lleves tu Biblia contigo, sin embargo,  si  tienes  memorizados sus  dichos,    ellos  serán  una lámpara a tus pies. 
Si aún  no  lo  haces  es  tiempo de que empieces,  tu corazón es    el mejor  lugar  para  guardar la Palabra de Dios, tal como  sugiere el  salmista:  “En mi corazón  he  guardado  tus  dichos para no pecar contra ti”. Sal  119:11.

ADINERADA POR UN MINUTO
Por la Brigada de Luz Yanelis Vega 
La  mañana  de  domingo estaba  fresca  y  agradable. Terminé  muy  temprano mis  labores  hogareñas  y salí con mis hijos con rumbo al Central Habana, próximo al poblado de Banes, donde  vivo.  Asistíamos  a un  trabajo  voluntario  convocado  por  la  escuela  de Jonathan,  el mayor de mis niños.
Caminábamos  por  una  de  las  callejuelas polvorientas  del  poblado  del  Central, cuando vi, a pocos pasos delante de nosotros, una billetera. Sentí un estremecimiento;  miré  alrededor  mientras  me acercaba  al  objeto.  Temí  que  el  dueño regresara en busca de ella y me sorprendiera  recogiéndola,  o  que  otra  persona me  viera  haciéndolo.  Me  volteé,  y  no había  nadie. Por  el  frente  venía  una  señora;  aunque  se hallaba  todavía  como  a cien metros de distancia; así que recogí la billetera.
Soplé para quitarle un poco de polvo  y,  antes de  abrirla, miré  al  cielo  y pensé: “Sin dudas, es un regalo de Dios”. Me  puse  nerviosa  al  ver  tanto  dinero. Mis hijos  también querían ver y me agarraban  las  manos.  La  puse  delante  de ellos  un  segundo  para  que  me  dejaran tranquila y de inmediato empecé a contar mi  fortuna.  Sin  embargo,  la  felicidad  se me  esfumó  al  descubrir  un  carnet  todo arrugado con  la foto de un anciano. Los niños no entendían  lo que estaba pasando.
Me  quedé  aturdida  por  unos instantes;  pero  en  seguida  puse  mi cabeza en orden: “Esto no hay ni que pensarlo;  ningún dinero puede  hacerme  dudar  con  respecto  a mis  principios”.  En  ese momento  la mujer que venía hacia    ya  estaba  cerca.  Le mostré el carnet y  le  pregunté  si conocía al hombre  de  la  foto.  “Sí,  lo  conozco  —respondió  ella—,  si  te  apuras  lo  alcanzas. Es un anciano que va en una silla de ruedas”.
Sus palabras me produjeron  una  punzada  en  el  pecho,  y al mismo tiempo me quedé asombrada:  ¿sería posible que un  anciano  incapacitado  poseyera  tanto  dinero? Seguí el consejo de  la señora y apuré el paso  y  el de  los niños, que  ya  comenzaban  a  inquietarse  con  la  situación. Después de andar un buen  trecho,  por  fin  divisé  al  anciano  en  la silla  de  ruedas.  En  ese momento  se detenía  en  un  mercado  repleto  de personas.  
Eso  dificultaba  las  cosas, porque  yo  quería  pasar  inadvertida; me  daba  pena  que  la  gente  oyera  la conversación. A pesar de que fui muy discreta,  fue  imposible  que  no  me prestaran  atención.  Me  acerqué  al anciano  por  detrás,  le  toqué  suavemente el hombro y le dije lo más bajito que pude: “Mire,  señor, aquí  tiene  su billetera; parece que  se  le cayó en  el  camino”.  Las  personas  de  la cola iniciaron un murmullo, luego se  pusieron  a  comentar  un  poco  más alto sin dejar de mirarme. Por fin uno le gritó al viejito: “¡Te salvaste mi viejo!  ¡Te salvaste porque se  la encontró una  cristiana!” 
Los  demás,  entonces, se animaron y  le dijeron frases como: “¡Eso  ya  no  se  ve!”,  “¡usted    tiene suerte!”, “¡saliste hoy con el pie derecho!”… El  anciano  me  agradeció  y  con  su mano  temblorosa  tomó  lo  que  era suyo. Yo salí de entre aquellas personas lo más rápido que pude.  Al lado del mercado estaba un vendedor de pepinos.
Me detuve a comprar algunos y, sin darme cuenta,  olvidé  recoger el cambio en mi afán por alejarme.  Entonces  el  vendedor me  llamó y me dijo: “Mire, joven, su vuelto,  yo  sería  incapaz de  cogérmelo. Estoy haciendo  con  usted,  lo  mismo  que usted  hizo  con  el  anciano”.  En  ese instante mi  felicidad  no  tuvo  límites. Invadió  mi  alma  la  satisfacción  del deber cumplido. Me sentí en paz con Dios y con los hombres.
Fue algo tan hermoso  que  tuve  deseos  de  llorar. ¡Qué afortunada fui al tener la oportunidad de poner el nombre de Jesucristo en alto! He aprendido que cada día se  nos  presentan  circunstancias  que revelan  nuestra  verdadera  identidad. Si  somos hijos de  luz, no debe haber lugar  para  las  tinieblas  en  nosotros; hay que mostrar esa luz para que vean nuestras obras buenas  y glorifiquen  a nuestro Padre que está en los cielos. 
 
Mi nombre es Fermina Esther González Pérez y vivo en  la calle 30, No1706, entre 16 y 17, municipio  Quivicán.  Tengo  sesenta  y  cinco años de edad, soy casada, madre de tres hijos; vivo con el más chiquito que tiene veintiséis años y es síndrome de Down. Hace muchos años me  salió una  verruga  en la nuca que crecía muy rápido; pero por ocuparme  del  cuidado  de mi  hijo  nunca  ingresé para operarla.
En el mes de  julio del 2011 se  me reventó esa inmensa verruga y me llevaron  para  el  policlínico;  sin  embargo, no pudieron controlar  la hemorragia,  y  no  había  ambulancia, por lo que mi esposo me montó en un carro y    llegué en muy malas  condiciones  al  Calixto García, donde me  controlaron  la hemorragia. Luego  los médicos dijeron  que  allí no me podían  seguir  atendiendo,  que eso era asunto del hospital oncológico. En  este  último hospital  me  diagnostican  cáncer  y procedieron  a  hacerme  una biopsia, la cual dio positiva.
Desesperada, me tiré de rodillas en la calle y  le prometí a Dios que  si él me curaba yo me entregaba a él. En esos días  recibí  la  visita  del  sobrino  de mi esposo  y  su  señora,  los  cuales  son miembros ungidos de la iglesia Soldados de la Cruz de Cristo, en Bejucal, y me explicaron el plan de salvación de Dios  y  la  manera  en  que  a  Dios  le agrada que le busquemos, y me explicaron  que  solo  hay  un  intermediario entre  Dios  y  los  hombres:  Jesús,  su Hijo. Yo  los  escuché  atentamente;  pero tenía  la  casa  llena de  santos  y  siempre los adoré a ellos; además visitaba santeros  que me  hacían  trabajos.
Mi esposo le pidió a Oscar, su sobrino, y a Magdalena, la esposa de este, que los botaran; pero Oscar le dijo que yo debía  estar  convencida,  porque,  más que  de  la  casa,  los  ídolos  tenían  que salir  del  corazón,  y  Magdalena  me dijo  que  estarían  esperando  que  los llamara para venir y limpiar la casa de todo, y que debía hacer un pacto con Dios, que él tenía poder para sanar mi cuerpo  y  salvar mi  alma. No  demoré mucho  en  llamarlos  y  ellos  sacaron todo y me ungieron con aceite e hicieron la sanidad divina.
Se me abrió un hueco en la nuca en el que  cabía  el  puño  de  un  hombre,  y desprendía  una  fetidez  horrible.  Sin embargo,  ya  había  aprendido  a  clamar a Dios y ellos oraban por mí. Magdalena  se quedaba en el hospital oncológico conmigo y el médico decidió hacer  otra  biopsia.  Para  el  asombro mío y del personal médico, dio negativa. Los oncólogos sugirieron   hacer un injerto,  pues  el hueco  era  tan  grande que  ellos  consideraron  imposible  que saliera  suficiente  carne para  cubrirlo.
Yo acepté;  en  cambio Magdalena, al enterarse de mi decisión, me aconsejó que  esperara  a  que  Dios  terminara  la obra. No obstante me sometí a  la operación, porque mi deseo era resolver el problema lo antes posible. Me  sacaron  carne de  los glúteos  y me dieron veinte puntos en cada uno y en el injerto en la nuca. Como imaginarán no  me  podía  sentar;  estaba  todo  el tiempo  acostada  boca  abajo  y  con dolores horribles.
Finalmente el  injerto se pudrió y me lo tuvieron que quitar a sangre fría. Los glúteos también se infectaron y se pudrieron. La noche en que me retiraron el injerto, Magdalena  se  quedó  conmigo  en el  hospital  y  me  dijo  que  me  pusiera humildemente en  las manos de Dios, y que  dejara  a Dios  llevarse  la  gloria  de todo. Eso hice; oramos    juntas y, para la  gloria  de  Dios, me  encuentro  sana. Dios hizo que saliera carne en ese hueco profundo y que el cáncer desapareciera.
Hoy brindo mi casa para que  los Soldados de la Cruz prediquen en  Quivicán.  Mi  esposo,  que  era  incrédulo, hoy cree, y yo estoy más convencida que  nunca  de  que  hay  un  solo  Dios Creador de todo. Para él sea la gloria y la honra.
 
UN LADRÓN
Por  el  supervisor Ramón  Pastor Verdecia Labrada.
Es alguien que se ocupa en apoderar-se de  lo ajeno, con  tanta sagacidad y disimulo,  que  los  demás  no  se  den cuenta, y de no poder lograrlo, usa la violencia, y por tal de no verse descubierto, es capaz de recurrir al crimen.  Para  hacer  una  de  sus  fechorías,  es tan paciente, que es capaz de pasarse horas, días,  semanas, meses  y  si vale la pena  el  golpe, hasta  años  en  vela, planeando  cómo  hacer  su  trabajo  y pasar inadvertido.  
La  Biblia,  la  Palabra  de  Dios,  pronuncia  serias  sentencias  acerca  de estos  sujetos,  aunque  solo  usaré  las necesarias para este  trabajo. El mandamiento de Dios  en Éxodo  20: 15, dice  claramente: “No  hurtaras”.  Sin rodeos  prohíbe  el  hecho  de  robar. Nuestro  Señor  y  Salvador  Jesucristo hizo una comparación donde describe  a  las  personas  con  este  tipo  de comportamiento: “El  ladrón no viene sino para hurtar,  y matar,  y destruir. Yo he venido para que tengan vida, y para  que  la  tengan  en  abundancia”  (Jn. 10:10).
También se  refirió a estos individuos al relatar la parábola del  buen  samaritano:  “Un  hombre descendía  de  Jerusalem  a  Jericó,  y cayó  en manos de  ladrones,  los  cuales  le  despojaron,  e  hiriéndole,  se fueron  y  lo  dejaron  medio  muerto” (Lc. 10:30).  En su paso por  la  tierra,  Jesús  llamó a  hombres  de  disímiles  condiciones, y en este caso, referimos la ocasión  en  que  lo  hizo  con  un  ladrón,  a quien  dio  la  responsabilidad  de  administrar  los bienes económicos del grupo.
Así que no es extraño que el Espíritu Santo, en estos tiempos, los llame  también a  la  Iglesia a cumplir algún  ministerio.  Sabemos,  por  la evidencia  de  los  evangelios,  que  Jesús  fue  crucificado  entre dos  ladrones:  “Entonces  crucificaron  con  él dos  ladrones,  uno  a  la  derecha,  y otro  a  la  izquierda”  (Mt.  27:  38); aunque  Lucas  los  califica  de  otra manera: “Llevaban también con él a otros  dos,  que  eran  malhechores, para ser muertos.
Y uno de los malhechores  que  estaban  colgados  le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo,  sálvate  a  ti mismo  y  a nosotros. Respondiendo  el otro,  le  reprendió, diciendo:  ¿Ni  aun  temes    a Dios, estando  en  la  misma  condenación? Nosotros,  a  la  verdad,  justamente padecemos,  porque  recibimos  lo que  merecieron  nuestros  hechos; mas  éste ningún mal hizo. Y dijo  a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en  tu reino”    (Lc. 23:32, 39-42). Nótese  la gran diferencia que existe entre  los  dos  ladrones  que  fueron crucificados con Jesús. Uno  le pidió que descendiera de la cruz, para que se salvara él y a ellos. Al otro, por el contrario,  no  le  interesaba  descender  de  la  cruz,  por  que  reconocía que había fallado, que estaba pagando  lo que merecían sus hechos; este reconoció  en  Jesús  a  un  inocente que  sufría  y pagaba por  el pecador, por  eso  pudo  decir  “acuérdate  de mí…”   
El apóstol Pablo  incluye a un  ladrón en  una  lista  de  la  clase  social  más denigrante y despreciable que  se conoce,  cuando  le  escribe  a  los  corintios  así: “¿No sabéis que los injustos no  poseerán  el  reino  de  Dios?  No erréis,  que  ni  los  fornicarios,  ni  los idólatras, ni  los adúlteros, ni  los afeminados,  ni  los  que  se  echan  con varones,  ni  los  ladrones,  ni  los  avaros,  ni  los  borrachos,  ni  los  maldicientes, ni  los estafadores, heredarán el reino de Dios” (1 Co 6: 9, 10).   
Es  imprescindible  reconocer  que  si estamos  en  la  iglesia,  es  porque  el Espíritu  Santo  nos  trajo  y  nos  convenció  de  pecado,  justicia  y  juicio. Actualmente,  para  pertenecer  a  la iglesia,  hay  que  comenzar  por  ser visita,  luego visita regular, candidato, miembro,  miembro  ungido  y  finalmente  misionero.  Dentro  de  estos últimos hay varias escalas: Pastores y oficiales  en  distintas  categorías. 
Es posible que uno que nos visita sea un ladrón. También  es posible que uno de  nosotros  lo  haya  sido  antes  de pertenecer a  la  institución;  lo que no debe suceder es que alguien que haya conocido  a  Cristo,  siga  siendo  un ladrón. Una visita, que se inscribe en la  iglesia como fiel, debe de dejar de ser, si lo era, un ladrón. Es importante que analicemos lo que implica este concepto, pues a veces relacionamos el  robo  solo  con  cosas  de  mucho valor; pero al tomar lo ajeno, aunque se trate de un alfiler, ya entramos en la  categoría de  ladrones; no  importa si  su dueño dejó  el objeto descuidado, o si aparentemente no tiene   dueño.
Al ser negligentes con el pago de  un  deber,  por  insignificante  que parezca  o  sea,  igualmente  entramos en la categoría de ladrones. Un ejemplo  típico de  esto puede  ser  el pago del pasaje en una guagua; el chofer o el  cobrador  pueden,  por  descuido, dejar de cobrarnos; pero un cristiano genuino  nunca  aceptaría  eso,  sino que haría efectivo su pago, ya que si pasó  inadvertido  ante  los  hombres, está  siendo  observado  por Dios. La iglesia  tiene  que  velar  para  que  una persona que no sea honrada no  tenga  libertad de acción entre nosotros; pero cada uno de nosotros tiene que velar  sobre    mismo,  porque  hay muchas maneras de apropiarse de  lo ajeno, desde lo insignificante hasta lo mayúsculo;  hay muchas maneras  de ser ladrones, y por cualquiera de ellas seremos  hallados  culpables  ante Dios.                
Si en este razonamiento usted se siente aludido, no  proceda  como  el  primero de  los  ladrones que menciona el evangelista  Lucas;  haga  como  el  segundo, reconozca que ha  fallado, confiéselo a quien haga  falta,  restituya  lo que  llegó a  sus manos  por  ese medio,  entregue su vida a Jesús y él dirá: “De cierto  te digo, hoy estarás conmigo en el Paraíso”.  
Este  trabajo  tiene como objetivo  ayudar  a  aquellos  que  se  dedican  a  este triste  oficio,  haciendo  daño  a  tantos hermanos, y por lo tanto a la Iglesia, a que  dejen  de  hacerlo,  que  no  causen más disgustos, que no  se hundan más el  cieno  del  pecado,  y  dejen  detrás  y para siempre ese deshonroso calificativo de ladrón.   

 
NUESTRA MAYOR NECESIDAD 
Por el miembro Abel Caraballo Bársaga, ex pastor adventista.  

Es  un  alto  privilegio  dirigirme  a  los ministros de nuestra iglesia a través del Mensajero;  y  doy  gracias  a  Dios  por esta  oportunidad.  Quiero  tratar  tres puntos aquí:
1.   La oración.
2. El estudio diario de la Biblia.
3. El crecimiento en santidad. 
Es mi propósito que con el estudio de este material podamos crecer un poco más.
1.    En  el  presente  el  mayor  desafío ministerial que tenemos es la búsqueda del rostro de Dios con ahínco. Cuando las ciudades eran silenciadas en el sueño  de  la  media  noche,  cuando  cada hombre se había marchado a su propio hogar,  Cristo,  nuestro  supremo  ejemplo, se  retiraba al monte de  los olivos; y  allí,  entre  la  sombras de  los  árboles, pasaba  la noche entera en oración.
2.    En la  Palabra  de  Dios,  en  Marcos  1:35, leemos: “Levantándose muy de mañana  y siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto a orar”. El  estandarte  de  la  verdad  y  la  santidad,  así  como  la  sabiduría  y  su  gracia están listos para ser impartidos a aquellos que le busquen de todo corazón.
La  vida  devocional  debería  de  ser  su primera gran necesidad, ya que el evangelista Mateo nos dice: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia y todas  las  otras  cosas  serán  añadidas” (Mateo 6:33). Pastor,  sea presto  en  la oración; usted es olor de vida para vida, usted ocupa un puesto tremendamente responsable; su  influencia atraerá a otros y  los confirmará,  y  tendrá  el privilegio de ver  a su  iglesia edificada; por eso  le exhorto a que no pierda  el  tiempo,  sino  a que lo  redima. 
Tomen  sus  Biblias,  humíllense,  y  lloren,  giman,  ayunen  y  oren ante el Señor. Pastor,  acérquese  a Dios  en  súplica  y será como árbol plantado junto a arroyos de agua fresca, cuyas hojas estarán siempre verdes  y  cuyo  fruto  aparece  a su  tiempo. Hoy  necesitamos más  que nunca  el  poder  del  Espíritu  Santo,  el que Dios  está  dispuesto  a  darnos  sin límites si se lo pedimos. Si usted es un varón de Dios que ora, tendrá siempre una fe viva que manifestará obras correspondientes,  y  grandes  resultados acompañarán  siempre  su  trabajo  a pesar de los obstáculos combinados de la tierra y el  infierno, porque somos más que  vencedores  por  los  méritos  de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Si somos hombres de oración tendremos mayor  relación  con  Dios,  mayor  unción,  mayor  resultado  positivo  en  el trabajo, mayor poder, mayor consagración,  mayor  gracia,  mayor  sacrificio, mayor  vida  devocional, mayor  piedad personal  y práctica,  y  sobre  todo, mayor santidad.
En  las  Sagradas Escrituras  el  apóstol Pablo dice en  segunda de Timoteo 3:16:  “Toda  la  Escritura  es  inspirada por  Dios,  y  es  útil  para  enseñar,  reprender,  enmendar  e  instruir  en  justicia,  para  que  el  hombre  de  Dios  sea preparado  para  toda  buena  obra”. En la  Biblia  tenemos  el  consejo  infalible de Dios,  sus  enseñanzas,  que  ejecutadas  en  forma  práctica  capacitarán  al hombre  para  puestos  de  responsabilidad.
Es  la voz de Dios que habla cada día al alma  santificada en  la verdad de su Palabra. Su estudio diario es importante  ya  que  de  esta  forma  vamos  teniendo un encuentro con el Eterno. Su Palabra es el pan de vida, su Palabra es río  de  agua  viva,  su  Palabra  es  una fuente  inagotable  de  sabiduría.  Conocemos a Dios a través del estudio de la Biblia  y  de  su  obra  creadora.
Usted debiera  dedicarse  cada  día  a  estudiar profundamente  la  Palabra  de  Dios. Escoja, preferiblemente, una hora temprano en la mañana, ore fervientemente y  lea con  sabiduría celestial el mensaje de Dios para usted en esa jornada; estoy seguro de que será una bendición para usted y los suyos.
3.  Ningún  hombre  recibe  la  santidad como  derecho  de  nacimiento,  o  como un  don  de  cualquier  otro  ser  humano. La santidad es un don de Dios mediante Cristo. Aquellos que reciben al Salvador  se  hacen  hijos  de  Dios.  Son  sus hijos  espirituales,  nacidos  a  través  del Espíritu,  renovados  en  justicia  y  en verdadera  santidad.  Sus  mentes  son transformadas,  contemplan  las  realidades  eternas  con  una  clara  visión.  Son adoptados  en  la  familia  de Dios,  y  se transforman a su semejanza, cambiados de gloria en gloria por su Espíritu.
La  santificación  es un  estado  continuo de  santidad, manifestado  en  el  interior así como en lo exterior; es pertenecer a Dios  en  forma  consagrada  y  sin  reserva, no como un mero formalismo, sino genuinamente. Toda  impureza de pensamiento,  toda  pasión  concupiscente separa  el  alma de Dios, porque Cristo no puede poner su ropaje de justicia sobre  un  pecador,  para  ocultar  su deformidad.
Si  los  creyentes  en Cristo  tienen  ya  el don de su santidad mediante la presencia del Espíritu Santo en sus corazones, ¿por  qué  necesitamos  crecer  en  santidad? La  respuesta de  la biblia es sencilla: Porque  todavía  tienen  la  naturaleza  humana  caída  que  les  insta  a pensar,  hablar  y  actuar  en  forma contraria a la voluntad de Dios. Vencer la fuerza activa de nuestra naturaleza  humana  degradada  es  un  proceso que demanda tiempo y continua dependencia de Dios y de su Espíritu Santo.   Cristo  dijo: “Sin    nada    podéis  hacer” (Juan 15:5).
Pablo escribió acerca de su constante  lucha contra  las demandas de su naturaleza caída, de  la  necesidad  de  permanecer  constantemente  dependiendo  del  poder  del Espíritu Santo para obtener  la victoria: “Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de  esta manera  peleo,  no  como  quien  golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y  lo pongo  en  servidumbre, no  sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” (1 Corintios 9:26, 27).
La  vida  cristiana  es  una  batalla  y  una marcha.  En  esta  guerra  no  hay  descanso,  los esfuerzos deben ser continuos y perseverantes. Es por un empeño incesante que obtendremos  la  victoria  sobre  las  tentaciones  de Satanás. La integridad cristiana debe de buscarse con energía  indoblegable y  se  le debe de  conservar  con  una  resolución  caracterizada por la firmeza de propósito. La  verdadera  santificación  significa  amor perfecto,  obediencia  perfecta,  conformidad con  la voluntad de Dios. Seremos santificados  para Dios mediante  la  obediencia  a  la  voz  del Espíritu  Santo. Nuestra  conciencia debe  ser  purificada  de  las  obras  muertas para servir al Dios vivo. Todavía no somos perfectos,  pero  tenemos  el  privilegio  de liberarnos de los lazos del yo y del pecado, y avanzar hacia  la perfección; grandes posibilidades,  logros  santos  y  elevados  están  al alcance de todos. 
Quiero concluir con algo poético que aprecio  mucho:  “Quiero  aprender  la  cuesta del  calvario,  subir  por  ella  como  tú subiste, con valor silencioso y temerario, Señor, yo quiero ser como tú fuiste”.

 Igual Que Tú
 Por  la  Evangelista  Magbis  Verdecia Toledano
Pastor, me has preguntado, como a  los otros niños,  qué  quiero  ser cuando sea grande. Me he quedado  mudo  por  unos  instantes  y alzo mi  vista  poco  a  poco  hasta encontrarme  con  tu  profunda mirada, y entonces sé qué responderte ¡Quiero ser igual que tú!  ¿Sabes por qué? Pues porque aún siento  tu  mano  cálida  sobre  mi cabeza cuando me bendecías presentándome al Señor.
Porque  no  puedo  olvidar  aquel día cuando al  llegar a mi casa, mi madre te invitó a pasar; le contestaste que estabas apurado  llevando algo para vuestra cena, pero al preguntarle por mí,  te  contó que estaba  enfermo,  y  lo  que  habías dicho  antes  acerca  de  tu  apuro, casi  lo  olvidaste.  Te  acercaste  a mi  cama,  no  preguntaste,  como otros,  si  me  habían  llevado  al médico,  sino  que  doblando  tus rodillas alzaste tus manos al cielo y,  como  si  yo  fuese  tu  hijo,  le pediste a Dios por mí con intensa necesidad  y…  ¡Oh!  ¡Qué  fe!  La fiebre al instante me dejó. 
Y  ¿cómo  no  recordar  el  día  en que mi perrito murió? Todos me decían  “tonto”,  al  verme  llorar, pero  usted  tomó  un  pico  y  una pala  y,  seriamente, me dijo:   “Ya que no podemos hacer nada más, lo vamos a enterrar”. Los dos, en silencio,  depositamos  su  cuerpo en  la  fosa    y  lo  cubrimos  con  la tierra fresca,   poniéndole  al  descuido  una  rosa roja. Al pasar los días te me apareciste con otro perrito, que en nadase parecía a Skipper, pero me decía mucho de tu amor por mí.
Y  si  he  podido  consolarme  de  la pérdida  de  mi  abuelita,  ha  sido gracias a ti. Yo no podía entenderlo; los que me decían algo era solo para  recordarme  que  era  viejecita, que había vivido mucho y que debía morir. Usted solo se me acercó, me  estrechó  contra  su  pecho,  y lloramos juntos.
También  has  tenido  que  regañarme,  es  cierto,  pero  siempre  a  mí solo,  sin  más  testigos  que  Dios. Cuando estropeé la planta del templo  me  dijiste: “Has  estropeado una hechura de Dios”. ¡Cuánto me dolió  aquello!;  pues  no  me  gusta que  me  rompan  mis  dibujos,  y puedes estar seguro que aprendí  la lección.
Hay mucho más,  y  no  lo  expreso no  porque  sea  un  niño,  sino  porque  el mejor  poeta,  o  un  gran  escritor  tampoco se atrevería, so pena  de  dañar  la  hermosura  de  tu vida;  aunque  creo,  pastor,  haber encontrado  la mejor  forma de  expresarme, y por eso ahora, cuando me preguntas qué quiero ser cuando sea grande, respondo con sencillez, pero seguro:  “Quiero ser igual que tú”.
 
Creemos que aún en nuestros  tiempos el Espíritu Santo se sigue derramando sobre  los fieles. Entendemos que el creyente no es ungido  inmediatamente después de ser bautizado en agua, sino que el Espíritu se debe pedir a Dios y ser buscado con una vida de buen testimonio. Por eso celebramos cultos especiales de oración en espera de la promesa del Espíritu Santo. Estos cultos son presididos por oficiales de  la  iglesia que, con discernimiento espiritual, auxiliados por el testimonio de otros ungidos y por señales en los que “esperan” —tales como el hablar otras lenguas—, declaran a los nuevos ungidos; para ello es imprescindible que reciban un mensaje de Dios que confirme la unción; esos mensajes son los que publicamos en esta  sección  y que  acompañan  a  cada hermano,  como una marca personal de  la bendición divina.  

Ricardo Falcón
Este es un mensaje universal. Alábenle todos  sus  santos  por  su  gloria.  Él  es santo y sus hijos deben ser santos. Hoy he  llenado  este  lugar  de mi  gloria. Lo que  yo  hago  muchos  no  lo  pueden entender. Él    estaba  lejos,  pero  yo  lo acerco a mí. Él es mi ungido para que me sirva en santidad, recíbelo. Amén.
Obispo Onésimo Rodríguez
Vladimir Rodríguez
Anda  en mis  caminos,  no mires  a  un lado  ni  a  otro  para  que  no  perezcas como  le  sucedió  a  la  mujer  de  Lot, convirtiéndose  en  estatua  de  sal.  Tu clamor ha sido  respondido y  te he  llenado  de mi  unción. Esta  es mi manifestación,  no  dudes,  confía  en    y serás un vencedor.   
Superintendente Elías Cruz
Daimelis Luna 
Una  alabanza  de  corazón,  un  cántico de  júbilo,  un  arrepentimiento  sincero ha  movido  mi  misericordia,  hija  mía. Alaba  a  tu Dios  en  todo  tiempo  y  yo estaré  contigo. Mi  Espíritu  he  puesto en  ti,  para  que  anuncies  el  mensaje final. Yo vengo pronto. Amén. 
Superintendente Humberto Delfino
Daily Gigato
En  la pureza de  tu  tierno corazón encontré una  tierra  fértil para sembrar el árbol que contiene el fruto de mi Espíritu.  Pequeña  y  dulce,  sana  y  limpia; pero te he emblanquecido aún más con la sangre del Cordero. Daily, quiero  tu juventud  y  tu  vigor.  ¿Me  lo  darás? ¿Aceptas mi compañía? Si lo haces y te decides por mí, estaré contigo hasta el final. Amén.
Superintendente Sergio González
 
Casas Culto matanceras en funcionamiento.
 Por la miembro Damaris Zamora Escanell

El presidente de la Iglesia en Cuba, el superintendente  Eliezer  Simpson  Jackson, viajó hasta  la provincia de Matanzas  comenzando  la  segunda  quincena del mes de enero, para participar en  los servicios de varias   casas culto en ese territorio.
En estos momentos allí funcionan tres casas-culto en  los  repartos de La Jaiba,  Naranjal  y  Versalles,  las  dos  primeras creadas desde hace tres años y la  segunda  hace  apenas  cuatro  meses.
La  casa culto  de  La  Jaiba,  nombrada Misión  de Salvación,  tiene  como  líderes a Omar Díaz y Sonia Vistorte, y en ella  se  reúnen  unas  veinte  personas como  promedio.  La  del  Reparto  Naranjal,  es  conocida  como  Casa  de Paz,  y  está  liderada  por  Eneida  Sánchez  y  Mercedes  Piedra,  quienes atienden a una membresía de 30 hermanos.
En  Versalles,  Armina  Coruña  recibe en su hogar a cuatro hermanos desde hace apenas cuatro meses,  y  los cultos que celebra  le han dado vida a  la obra  en  un  reparto  de  tanta  cantidad de habitantes como ese. 
 
La  iglesia  matancera  trabaja  para que  estas  actividades  espirituales sigan  fructificando, para  lograr que se funde, al menos, una casa culto en  cada  reparto,  con  la  intención de  llegar a  los vecinos y  familiares con  un  programa  semanal,  y  además con la finalidad de invitar a los que allí asistan, a los servicios que se  realizan  en  la  Iglesia,  el  último fin de semana de cada mes.
 
Otros    siete  alumnos  egresaron  de  la Escuela  Preparatoria  de  nuestra  Iglesia,  los cuales  recibieron estudios por más de dos meses,  en  el  lapso  comprendido  entre  el17  de  septiembre  y  el  2  de  diciembre  del 2012.
Los  graduados  son  Aliuska García  Fonte, José  Raúl  Tamayo  Rosales,  Hermiyandis Montano  Hernández,  y  Kenny  González Simpson, encabezados por  Mayrelis Aurora Cruz Rodríguez, Leidys Alonso Pulido y EIrislay Menocal Trimiño, quienes alcanzaron los mejores resultados.
Está previsto que el próximo curso comience en el mes de marzo de 2013.

La Escuela Nacional de Teología fue fundada en 1945, en  la  calle 166 Nº  515, Playa Baracoa, Bauta,  actualmente  provincia Artemisa,  donde  permanece  hasta  hoy. El  iniciador de esta obra  fue el apóstol  fundador Daddy John, y  funcionó  solo  como escuela  preparatoria  para  discípulos  por más  de  treinta  años.
En  la década del  ochenta,  uno de nuestros misioneros,  llamado  José Celedonio Duménigo Fabregat, estableció el Seminario, con el propósito de preparar pastores y brindar mejor servicio en la obra misionera. En sus inicios el centro no contaba con buenas condiciones, prácticamente todo el inmueble era de madera. Más adelante, el 12 de agosto de 1992 se reconstruyó con la estructura que mantenemos en nuestros días, a la que se le han hecho varios remozamientos.


La  Iglesia  en la Isla. 

 
 Desde  1958,  la propiedad  adquirida por Armando Rodríguez, representante de la Iglesia en aquel entonces en  Nueva Gerona,  Isla  de  la  Juventud, ha sufrido muchos  cambios hasta  la  fecha.
Varios han sido los pastores que se han sucedido en el  lugar, afianzando  la obra de  esa  región;  aunque  no  en  todas  las etapas el inmueble donde se realizan los cultos  estuvo  bien  conservado. 
Desde hace  dos  años,  luego  de  las  últimas transformaciones, esta propiedad  se halla  en  manos  del  matrimonio  integrado por  el  Pre Evangelista  Leandro Walcott González  y  la  Brigada  de  Luz  Yasenia López Ramírez.
Ellos  recibieron  una  casa  pastoral  con buenas  condiciones;  aunque  le  faltan detalles de terminación. De igual manera el  esfuerzo  de  los  pastores  se  ha  visto reflejado en otras aristas.
En ese empeño cuentan con el apoyo de la  Oficina  Nacional  y  del  pastor  Nelvis Nay Goitizolo, quien les ha donado equipos para el sistema de audio. De  esa  manera,  la  opinión  de  muchos comunitarios en cuanto a si la Iglesia era efectiva o no en aquel sitio, ha quedado atrás con  la nueva perspectiva de  trabajo.
De ahí que, de catorce feligreses que había  cuando  llegaron  los  pastores  actuales,  hoy  la  congregación  cuenta  con veinticuatro,  de  los  cuales  seis  son miembros;  siete  son  candidatos  al  bautismo, y once son visitas regulares.
El  primer  gozo,  con  respecto  al  crecimiento  de  la  membrecía,  se  alcanzó  a inicios  del  2012,  cuando  se  realizó  el primer bautismo, y hoy se preparan cinco almas más para tan especial ocasión.

UN SEGURO PARA LA FAMILIA
Por el miembro de la Brigada de Luz Orlando P. Pimienta Izaguirre 
Conozco a un joven que ha pasado en prisión algunos de  los escasos años de su vida. El padre también ha sido sancionado y actualmente una de sus  hermanas lleva una vida desordenada y es adicta  al  alcohol.  Hechos  como  este suceden cada día en nuestro derredor; no hay barrio ni  comunidad que haya escapado  a  situaciones  como  esta que describimos, y son muchas  las familias que poseen uno o más miembros involucrados  en  actos  punibles  o  deshonrosos.
Estas  son  las  consecuencias  de  una educación familiar deficiente en verdaderos  valores  edificantes,  y  a  la  indulgencia  de  los  padres  y  de  la  sociedad ante  lo mal hecho. También se debe a no  saber  discernir  entre  lo  correcto  y lo  incorrecto,  por  falta  de  una  educación  cívica  y  familiar  sustentada  en valores cristianos.
La  falta  de  una  convicción  firme sobre  lo  que  es  bueno  y  lo  que  es malo pone en peligro el presente y el  futuro  de  nuestros  hijos.  ¿Por qué?  Porque es la conducta natural de una generación que no  tiene un  concepto objetivo de  lo bueno y de lo  malo.  Para  ellos,  la  verdad  es subjetiva:  cuestión  de  gustos,  de preferencia  individual,  circunstancial.    (Tomado  del  libro  Es bueno o es malo, de J. Mc Dowell y B. Hostetler).
Familias  enteras  pertenecen  a  nuestra iglesia,  integradas  por  abuelos,  hijos, nietos y bisnietos, y —salvo raras excepciones— nunca se ha visto en esas familias  un  caso  como  el  narrado  anteriormente. Son miles de  familias  en  las que varias  generaciones  han  sido  formadas en los principios cristianos, enseñando a las nuevas generaciones la obligatoriedad  de  cumplir  los mandamientos  de Dios  y dando  constantemente  ejemplos  de  integridad ciudadana y de moral a sus hijos.  
Familias en las que sus miembros no pueden  robar,  ni  decir  palabras  obscenas (algo  tan  normal  en  nuestras  calles),  ni vestir  incorrectamente,  ni  tomar  bebidas alcohólicas.  Familias  que  al  paso  de  los años ostentan  el maravilloso  galardón  de ser  íntegras,  honradas,  respetables. Familias  que  nunca  han  tenido  ni  tendrán  un asunto como el relatado aquí. Y  todos  esos  premios  son  los  resultados de vivir al abrigo del Altísimo, a la sombra del Pastor Divino, guiándose por la Santa Palabra de Dios. 
La iglesia te exhorta a que hagas una revisión de tu conducta, de tu formación y de los  valores  en  los  que  se basa  tu  familia, brindándote  la  posibilidad  de  tomar  un nuevo  camino  basado  en  la  observancia de las leyes de Dios.  En  el  templo  se  canta  una  alabanza  que dice:  “Mi  vida  tiene  seguro  de  fe,  ...un seguro de Dios”. No te afanes en asegurar tu vida mediante una alta suma de dinero, ni  tus bienes o  los de  la  familia.
Afánate por  brindarle  los  imperecederos  valores cristianos y el temor de Dios, para que sea una  estirpe  sustentada  en  la Roca  que  es Jesucristo, el único seguro en quien podemos confiar. Tal como dice el Evangelio: “Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron  vientos,  y  golpearon  contra  aquella casa;  y  no  cayó,  porque  estaba  fundada sobre la roca”   (Mt 7:25). Asegurarás  así  tener  una  familia  buena, honesta,  respetable y  le darás  a  cada uno de  tus  familiares  la  mejor  educación  y formación que existe, para convertirlos en seres útiles a la sociedad y a Dios. De esta forma  obtendrás  el  respeto  y  la  admiración  de  los  demás  como  recompensa  terrenal  y  la  esperanza  de morar  con Dios en la vida futura. 
Que  Dios  le  bendiga  abundantemente  a usted y a su familia. 
 
CONOCIMIENTO Y SABIDURÍA 
Por el Predicador Sergio O. de la Cal Cruz
Desde  pequeño  admiro  a  las  personas que  tienen gran conocimiento. He sentido  un  profundo  respeto  por  los  maestros, los médicos, los escritores... Al ver a esas personas  llenas de ciencia y capaces de dar soluciones a casi todo,  individuos muy preparados que  siempre  tienen una explicación para cada cosa y, sobre todo, que  son  verdaderamente  útiles  para  los demás,  reconozco  el valor de  la  instrucción. 
Mi  abuela  paterna  muchas  veces dice que “el saber no ocupa lugar” y que “la  ignorancia  mata  a  los  pueblos”;  es probable  que  en  parte  estas  frases  tan sabias me  hayan  llevado  a  amar  la  sabiduría  y  a  aprovechar  cada  segundo  para llegar a ser un hombre de bien. Entre  el  conocimiento  y  la  sabiduría, existen marcadas diferencias; ya  sea, que digamos,  que  el  conocimiento  es  poder, y  la  sabiduría  libertad,  (Will  Durant);  o que la ciencia es el conocimiento organizado, mientras que la sabiduría es la vida organizada  (Immanuel  Kant);  o  que  el conocimiento es el  saber qué,  cómo y dónde, mientras que la sabiduría es saber qué hacer  con  toda  esa  información,  de  lo que sí se puede estar seguro es de que la combinación  entre  el  conocimiento  y sabiduría genera resultados brillantes. 
Cualquier  persona  medianamente  inteligente, y que conozca, al menos en parte la  historia  del  rey  Salomón,  admirará aquel     momento    en   que    teniendo    la oportunidad  de  pedir  a  Dios  cualquier otra  cosa,  él  anheló  sabiduría  para  emprender  la  tarea  de  dirigir  al  pueblo;  no demandó riquezas, bienes o gloria, sino  sabiduría.  El  conocimiento  te  hace fuerte y rico, y la sabiduría te hace superior, como es superior la luz del sol a la de una vela.
Cualquier hombre necio  y materialmente  millonario,  es  millones de veces más miserable que un hombre sabio, aunque este fuere humilde. A  propósito,  hablando  de  humildad, pero  en  el  sentido  espiritual,  es  oportuno  apuntar  que  hasta  en  cuestiones de  conocimiento,  esta  juega  un  papel preponderante,  porque  como  dijera alguien,  “si  dices  „no  sé‟,  te  enseñarán hasta  que  llegues  a  ser  sabio,  mas  si dices  „yo  sé‟,  te  preguntarán  hasta  que no  sepas”.  Y  eso  va  con  aquellos  que no paran de hablar  y hablar;  tal parece que con el propósito de que se cumpla en  ellos  el  proverbio  del  propio  Salomón: “En  las muchas palabras no  falta pecado”, o  se haga  realidad  lo planteado  por  J. B. Matthews,  quien  dice  que “un  pedante  es  un  hombre  educado más allá de las posibilidades de su inteligencia”.
Mejor  es  esperar  el momento adecuado de hacer uso de nuestro caudal  y  brindar  a  nuestros  semejantes  la luz de la sabiduría. En este mismo escalón  de  disciplina  se  halla  Sócrates, quien admitió que la duda es una fuente  de  la  que  bien  se  deriva  todo  el conocimiento,  cuando  dijo:  “Solo  sé que no sé nada”. 
Otros hombres muy sabios en la historia,  como  José  Martí,  le  dieron  gran valor a la sabiduría y lo notamos cuan-do  nos  encontramos  tales  expresiones:   “Ser  cultos  es  el  único modo  de ser  libres”,  o:  “La  educación  empieza en  la  cuna  y  no  termina  sino  con  la muerte”, enmarcando con esta última,  un  principio  inherente  al  ser  humano: la  continuidad del  aprendizaje durante toda la vida. 
Y  si  como Martí,  el  filósofo  romano Séneca  tuviese razón al decir: “La única  libertad  es  la  sabiduría”,  entonces convendría  invertir mucho  tiempo  en nuestra propia libertad, porque la ignorancia,  puede  ser  nuestra  peor  enemiga;  así  lo  demostró  la  sentencia  de Dios a través del profeta Oseas, dirigida  a  su pueblo  infiel, que pereció por su “falta de conocimiento”,  claro está, conocimiento de la Ley de Dios. 
El  hombre  nunca  debiera  ignorar  la esencia de su vida, nunca debiera pasar por  alto  qué  propósito  tiene  en  el mundo, porque quien no sepa de dónde  viene  y  hacia  dónde  va,  de  seguro está muerto. Un  entrañable  amigo me recitó un poema que  ilustra  este  criterio: “El ignorante vive en el desierto donde el agua es poca y el aire impuro; un grano detiene el pie inseguro, camina tropezando, vive muerto…
Estudia y no serás en lo crecido el juguete vulgar de las pasiones, ni el esclavo servil de los tiranos”. Me  provocan  pena  las  personas  que rigen su vida por el azar y depositan lo esencial  de  su  existencia  sobre  base tan  deleznables  como  arenas movedizas. Pienso  en personas  encerradas  en el  juego,  la  astrología, la  adivinación, gente que vive sumida en  las perversidades como la flor en el pantano, ignorando que existe un mundo mejor dentro  de  este  mundo  perdido. 
Quizás porque no saben de él, tal vez nunca se lo  han  dicho. Ese  es  el mayor motivo para  apreciar  la  sabiduría  y  el  conocimiento: mostrar a otros el camino a  la vida.  Esa  razón  engrandece  a  quienes  se lanzan a las calles para salvar a los perdidos,  y  se  constituyen  evangelios vivos para instruir en verdad y justicia, y para  rescatar del  cenagal  de  la  ignorancia a quienes no alcanzan a ver más allá del lodo que los circunda. 
Sin embargo no es  ignorancia  reconocer que  existe un  límite que no podemos  trascender;  hay  discernimientos que solo  le pertenecen a Dios, y  tratar de alcanzarlos nos expondría al mismo peligro al que fue sometida Eva, cuando recibió la tentativa de conocer todo sobre el bien y el mal. En este campo de  la  vida  del  hombre,  como  en  casi todos, los extremos son perjudiciales. 
Entrelazando dos  célebres pensamientos  del  héroe  nacional,  obtendríamos como  resultado  la  siguiente  frase:  “La mejor  manera  de  querer,  es  educar”; por  eso  vale  la  pena  aprender,  para tener  la  posibilidad  de  educar;  vale  la pena educar para poder querer, porque el  hombre  que  no  sabe  amar,  es  peor que  un  animal  feroz,  pues  este,  aun siendo  una  fiera,  prepara  a  sus  crías para la vida. 
Y si es cierta la idea de que la sabiduría es el buen uso del conocimiento, nadie mejor que  Jesucristo para  ejemplarizar la perfecta combinación que hay entre ambos,  pues  puso  en  perfecto  equilibrio  los  dos  extremos  de  la  virtud,  y siendo Dios, se hizo hombre, para  llevarnos al pleno conocimiento del amor del  Padre,  descendió  hasta  lo  sumo para  luego  tocar  la  gloria,  y  aun  después  de  tantos  siglos,  seguirnos  enseñando que  el principio de  la  sabiduría es  el  temor  de  Jehová. El  hombre  insensato desprecia la sabiduría y la enseñanza,  mas  los  sabios  guardan  en  su corazón el consejo de Dios.

LA OPINIÓN FEMENINA
La comunicación
Por  la  Evangelista  Carmen  R.  Verdecia Toledano. 
En esta ocasión reflexionaremos sobre algo  que  no  debiera  faltar  en  ningún matrimonio: la comunicación. Al comienzo de  toda relación el  tiempo  no  alcanza  para  conversar  y  compartir.  Siempre  hay  un  motivo  para estar  felizmente  juntos.  Pero  cuando los  casados  llegan  a  ser  padres,  dejan de  conversar  como  lo  hacían  antes, todo lo abarca el bebé.
Se van olvidando de darse tiempo y hablar su lenguaje  de  amor,  que  es  tan  importante,  porque  nos  hace  sentir  amados.  He escuchado muchísimo  esta  frase: “Yo soy más madre que mujer”. ¡Qué error tan grande!; los hijos son un regalo de Dios, fruto del amor con tu pareja; sin embargo, son un préstamo; tu responsabilidad  es  educarlos,  cuidarlos, pero no  son  para  ti.  Son  para  que  formen un  hogar  como    lo  hiciste. 
Lo  primero después de Dios en tu vida tiene que ser  tu  esposo. Disfruta  la maternidad con él, igual que el nacimiento y crianza  de  tus  hijos.  Los  polluelos pronto dejarán el nido vacío, es  la  ley de  la vida y entonces ¿Qué será de  tu vida y  tu relación de pareja? A  lo mejor dejaste pasar tu oportunidad y sola,  amargada, y frustrada,  les haces  la vida muy  difícil  a  tus  hijos  y  realmente  no tienes  ese  derecho.  Les  diste  todo  y reclamas  todo,  olvidando  el  mandato de Dios en Gn. 2:24: “Por tanto dejará el hombre a su padre y su madre…” 
Algunas personas son superficiales a  la hora  de  contraer  compromisos,  y  su frase  favorita  es:  “te  escucharé mañana”.  Si  quieres  reaccionar  y  recuperar lo perdido, estás a tiempo. Aprovéchalo  y  cambia  tu  actitud. Quiero que  sepas que con el paso del tiempo  la falta de  comunicación  produce  una  brecha emocional,  que  después  se hace  difícil de  cerrar,  esto  propicia  los  conflictos. Si crees que está sucediendo en tu relación con tu cónyuge considera esto:
1. Establezcan  contacto diario:  aunque estés  muy  cansada,  dedica  un  tiempo para  intercambiar  con  tu  cónyuge  las experiencias  del  día,  buenas  y  malas. Pregúntale cómo  le fue a él; eso  le demostrará lo mucho que vale para ti.
2. Propicie  las  oportunidades  de  conversar:  Los  cónyuges  deben  reservar tiempo para conversar y darle prioridad a  ese momento  de  comunicación  por encima  de  cualquier  otra  cosa.  También aprovecha el  tiempo a  la hora del baño, la cena, etc.
3. Hable  sobre  temas  ajenos  al  hogar: ¿Cuáles son los temas de los que más le gusta conversar a su pareja? Hablar de las actividades que a ambos les gusta   puede  revitalizar  la  relación.  Recuerden  los  tiempos  cuando  no  tenían hijos y cómo lo disfrutaban, es importante  excluir  a  los  niños  de  esta  conversación.
4. Evite que su cónyuge se ponga a  la defensiva: A  los  esposos  les  conviene tener  presente  que  no  hay  nada más efectivo  para  que  el  interlocutor  se ponga  a  la  defensiva  que  la  palabra: “tú siempre…” Debemos utilizar también,  “Yo…”,  y  evitar  la  crítica. Una declaración  como,  “creo  que  hemos perdido el contacto y quisiera que  tomáramos  una  limonada  juntos  esta noche  después  que  se  acuesten  los niños”, es un buen comienzo para una comunicación  efectiva. 
Cuando  las mujeres  dicen:  “debemos  hablar”, enseguida  los  hombres  se  ponen  a  la defensiva  pensando  que  van  a  recibir un sermón o reclamaciones.
5. No  rehúya  los  temas  delicados:  la consejera  matrimonial  Jan  Di  Santo dice: “Una de  las maravillas de  la  intimidad  es  la  libertad  para  hablar  de todo”. Ese “todo”  incluye  los asuntos más  delicados,  como  puede  ser  la preocupación por una vida sexual más o  menos  intensa,  o  las  finanzas  del hogar que están en  los primeros  lugares de discrepancia en  la pareja. Aunque  se  ponga  nervioso  y  primero  le  cueste  trabajo,  inténtelo y verá los resultados, si de buena voluntad desea   mantener una buena comunicación. 
Quiero  compartir  un  consejo de José Leonardo Rosas, “Por favor ¡escúchame! Cuando te  pido  que me  escuches  y  comienzas  a darme consejos, me siento mal. Cuando  te  pido  que  me  escuches,  y  comienzas a decirme por qué no debería sentirme así, me siento mal. Cuando te pido  que  me  escuches,  y  crees  que debes hacer algo para resolver mi problema, me siento aun peor.
Lo que  te pido es únicamente que me escuches. Los  consejos  son  baratos,  puedo  actuar,  no  soy  impotente,  ni  desvalido. Solo  estoy desanimado  y necesito hablar. Cuando haces algo por mí que yo puedo  hacer,  aumentas mi miedo,  no me  tienes  confianza.  Cuando  aceptas escuchar  lo  que  siento,  puedo  empezar  a  comprender.  Cuando  todo  está claro,  las respuestas son evidentes. Ya no  necesito  consejo.  Dios  escucha  y nos  deja  resolver  solos  nuestros  problemas, ¿quieres hacer algo mejor que Dios? 
Por  favor,  escúchame,  compréndeme. Si quieres hablar espera un momentito  y  cambiemos  de  lugar;  tú hablarás y yo te escucharé”. Tenga presente que hablando se agrada  a  veces,  escuchando  se  agrada siempre. El silencio es el más hermoso de  los  lenguajes  si  lo  sabes  llenar con amor. Es que el éxito está en ser usted la persona adecuada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario